La tristeza de perder el campo

La tristeza de perder el campo
Kelsey Magers

No es siempre fácil ganar el interés de un lector con un tema bastante obvio, pero Clarín logra esto con su cuento, “¡Adiós, cordera!”  Aunque la tensión entre el campo y la ciudad, la tradición y el progreso, no era un tópico nuevo aun en 1893, “¡Adiós, cordera!” tiene un efecto duradero, porque crea un sentido de compasión por medio de su tono sencillo, su escenario victimizado, sus personajes inocentes y su figura salvadora.

Clarín crea un ambiente de ternura a través de su tono.  No usa frases largas y engreídas, sino una lengua cotidiana que cualquier persona entiende.  Porque es lenguaje corriente, el lector no se siente que el autor está hablando sobre él. Por lo tanto, está más dispuesto a recibir el mensaje.  El autor también utiliza unas palabras regionales, como “prao” y “xatu.”  Esta elección indica que el cuento no se sitúa en cualquier lugar, sino en un sitio específico con su propia manera de vivir.  Nos invita a aliarnos con la región porque ahora tenemos vocabulario común con los que viven allá.  Se debe notar que el cuento está contado casi exclusivamente en el imperfecto, lo cual crea una nostalgia sutil.  La falta del pretérito nos dice que lo importante es el paso del tiempo y los sentimientos– no lo que pasó en la vida, sino como la vida era.  Además del sentido de nostalgia, el uso del imperfecto crea una tristeza; Clarín no usa el futuro, tal vez porque en este cuento el futuro no existe.  El progreso se lo ha robado de los campesinos.  Con su uso de lenguaje sencillo que nos lleva al campo y crea un sentido de nostalgia y tristeza, Clarín inculca en el lector una gran compasión para el campo.

El lector también se compadece con la situación difícil del campo porque éste es victimizado.  Si hubiera una lucha justa e igual entre el campo y la ciudad, no le importaría mucho lo que pasaría al perdedor, pero Clarín pinta al campo como víctima, y todos sienten compasión al más débil.  Desde el principio, es obvio al lector que el progreso es malo y que se aprovecha del campo; en el prado no hay simplemente un palo de telégrafo; es un “pendón de conquista.” (243)  Se puede ver la maldad del progreso en las actitudes de los personajes: Pinín tiene “un pánico de respeto” (243) al trepar el palo de telégrafo y la Cordera “se [vuelve] loca” (244) cuando pasa el tren.  La Cordera misma está victimizada.  Ella, representante del prado por su tranquilidad y bondad, es matada para alimentar a los indianos y los ricos, representantes del progreso y de la ciudad.  El acto de matar a la vaca no es inquietante en general, pero porque no es sólo una vaca sino una víctima, la muerte de La Cordera es devastadora.  También vemos que el campo es la víctima de la ciudad porque Pinín tiene que dejar a su gemela querida y salir por tren, símbolo del progreso, para luchar en una guerra que no entiende.  Si quisiera ir, no habría ningún problema, pero no tiene esa opción sino se ve obligado a ir. Ya que el campo es injustamente conquistado, la vaca del prado es matada y la gente es desplazada contra su voluntad, el lector siente mucho su grave situación.

Otro componente muy importante para crear compasión en el lector es la pareja Rosa y Pinín; no hay más remedio que sentir una ternura hacia ellos.  Primero, son como huérfanos porque su madre está muerta y aunque su padre sobrevive, no es paternal sino un hombre severo que les pelea.  Casi todos tienen compasión para con los huérfanos.  También nos encantan los gemelos porque son inocentes, cariñosos y curiosos y se portan bien; nunca se quejan y nunca están hirientes.  Les gusta pasar cada día tranquilamente en el prado y, porque son pacíficos y inocentes, representan el bien.  Al lector le importa qué pasa con el campo porque le importa mucho qué pasa a los gemelos tan queridos.

Como ya indicado, la Cordera representa el campo, entonces Clarín puede desarrollar una compasión por el campo a través de su desarrollo del personaje de la Cordera.  Al principio del cuento, la Cordera es una figura materna y sabia.  Se describe como una “vaca matrona, llena de experiencia” y “una abuela.” (244)  Luego Clarín aumenta la majestad de ella y la compara a “la zavala del Ramayana, la vaca santa” y un “ídolo.” (245)  Si se acepta que la Cordera es una madre sabia, aun una santa, no es difícil llegar al próximo nivel y referirse a ella como una salvadora.  La madre de los gemelos crea que es la “salvación de la familia” y es así; cuando alimenta a Rosa y Pinín dice, “dejen a los niños y a los recentales que vengan a mí” (246) que son las mismas palabras de Jesucristo.  Con esta gradación de la bondad de la Cordera, crece también la percepción que el campo es bueno y merece la compasión.

Clarín, con un tono sencillo, un escenario victimizado, los personajes entreñables, y la figura de bondad creciente produce en el lector una compasión fuerte para el campo, y el lector no debe olvidarla.  La pérdida de lo puro y sencillo todavía es un tema importante en el mundo actual.  Cuando luchamos en guerras ajenas, cuando construimos fábricas y edificios y parqueaderos, cuando olvidamos la libertad a favor de la tecnología,  debemos parar y considerar si estamos destruyendo el mundo de otro, si estamos afectando irreparablemente la vida de un inocente.  Tenemos que tener cuidado, para que los tres siguen siendo “siempre los tres.”

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