La complicada división

La complicada división de tres cuentos cosmopolititas en subgéneros
John Word (SPAN 4890)

En la literatura siempre se trata de agrupar las obras literarias en grupos o géneros. Además se dividen los géneros en grupos más específicos denominados subgéneros. Eso se lleva a cabo para determinar las características de un cuento por solo decir el nombre del género o subgénero al que pertenezca. Un problema con este sistema es que los cuentos no siempre se corresponden con un solo subgénero. Incluso los eruditos de la literatura tienen que esforzarse en clasificar una obra; a veces cometen errores debido a sus propios puntos de vista. Aunque Seymour Menton, el editor de la antología El cuento hispanoamericano, clasifica los cuentos de la antología correctamente, a veces no comenta todos los subgéneros o todas las características que puedan describir un cuento. Este ensayo explica las clasificaciones correctas que hace Menton tanto como las que no menciona al analizar varios cuentos cosmopolititas de esta antología.

El primer cuento que se analiza es ¡Diles que no me maten! de Juan Rulfo. El editor Seymour Menton dice que este cuento pertenece al cubismo; explica, “La profusión de escenas simultáneas con el cambio rápido del punto de vista…varía entre diálogos, narración y recuerdos con cuatro puntos de vista de Juvencio, de su hijo, del coronel y del narrador” (199). Al leer el cuento, se ve que eso ocurre. ¡Diles…! empieza con el primer punto de perspectiva con Juvencio discutiendo con su hijo, Justino, el propósito de que Justino le pide al coronel que no mate a Juvencio. Después, Juvencio se acuerda del momento en que mató al don Lupe, y cómo pasó su vida después. Al fin, el punto de vista del coronel se representa. El cuarto cuadro que menciona Menton es el del narrador que sigue por todo el cuento dando una perspectiva en la tercera persona a los lectores. Por lo tanto, la caracterización que da Menton al cuento ¡Diles…! está muy bien clara.

Sin embargo, Menton no menciona todas las posibles conexiones al cubismo. El cubismo no solo consiste en representar la realidad desde varias perspectivas, también se caracteriza, en la pintura, por el uso de figuras geométricas. Este método de la pintura puede ser trasladado a la literatura con el uso de oraciones, frases y palabras bien definidas como si fuesen “dibujados” con líneas rectas. Aunque Menton comenta la simplicidad del lenguaje del cuento (199), no conecta este aspecto de la obra con el cubismo. El fin del cuento da un ejemplo que explica qué tan simple es el lenguaje usado por Juan Rulfo: “Tu nuera y los nietos te extrañarán… Te mirarán a la cara y creerán que no eres tú. Se les afigurará que te ha comido el coyote, cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes…” (198). El lector no tiene que esforzarse mucho en interpretar los sentimientos ni las acciones de los personajes en el cuento ya que las palabras y las frases del cuento son muy fáciles de entender. Aunque el análisis de Menton carece de este aspecto, también contribuye a la clasificación del cuento ¡Diles que no me maten! de Juan Rulfo como un cuento cubista.

Otro cuento que se incluye en la antología de Menton es El árbol de María Luisa Bombal. Este cuento describe la vida trágica de una mujer, Brígida, que vive bajo la opresión de su matrimonio y la sociedad patriarcal. Menton describe que contiene las características del surrealismo (175). Menton da una descripción del surrealismo diciendo, “el surrealismo proclama que la realidad tiene un carácter dualístico, exterior e interior, y trata de captar los dos a la vez” (160). Es decir, las obras surrealistas representan dos caras de la existencia humana: el consciente y el subconsciente. En El árbol, Bombal representa el aspecto consciente con la trama, las descripciones físicas y las palabras de los personajes; estos elementos componen el nivel superficial del cuento. Lo subconsciente es representado por Bombal con símbolos que demuestran los sentimientos de los personajes y reiteran la trama superficial. Menton destaca tres componentes que simbolizan “la vida desgraciada de la protagonista”: el árbol, el calendario y la música (175). Estos elementos contribuyen a la descripción de la vida de Brígida. La música es un ejemplo muy bueno del surrealismo en El árbol. Para representar los cambios en la vida de Brígida, Bombal cambia la música clásica que aparece en el fondo del cuento. En la primera parte, Mozart toca el piano pero cuando cambia de escena en la trama “Beethoven empieza a remover el oleaje tibio de sus notas bajo una luna de primavera” (171). En este momento Bombal pinta la mentalidad subconsciente de Brígida con tristeza y desesperación con un símbolo surrealista.

De nuevo, el análisis de Menton carece de algunos aspectos importantes.  Por ejemplo, la conexión a otro subgénero, el existencialismo, es inexistente o por lo menos no bien clarificada. Menton sí menciona que un aspecto de la trama es existencialista, pero no incluye este subgénero en la descripción general del cuento. Para Menton, el existencialismo solo es un rasgo secundario del cuento. Sin embargo, esto contribuye a la filosofía fundamental del cuento. El surrealismo que subraya Menton varias veces es una manera de representar los sentimientos existencialistas de la autora. Por ejemplo, un tema recurrente del cuento es el encarcelamiento casi eterno de la protagonista dentro de la sociedad patriarcal. Eso ocurre durante toda la vida de Brídiga, desde niña hasta los años insufribles de su matrimonio. El árbol es el ejemplo más saliente. Este símbolo tan surrealista representa el sistema patriarcal del matrimonio y de la sociedad en general que atrapa a Brígida; siempre le recuerda de su situación reprimida de ser una mujer pero cuando el árbol se destruye, ella se librera. La característica principal del existencialismo consiste en la idea de que el hombre, o el ser humano, está atrapado dentro de un sistema que no se puede evitar (Menton, 161). El patriarcado que sufre Brígida es precisamente el sistema insoportable que forma la base del existencialismo. No obstante, Menton no clasifica El árbol bajo esta sub categoría.

El tercer cuento que analiza Menton es El jardín de senderos que se burifican escrito por Jorge Luis Borges. Aunque Menton no dice en una manera bien definida, implica que este cuento fundamental pertenece al realismo mágico: “sus cuentos filosóficos que lucen una visión de mundo magicorrealista se han asociado (en varios casos equivocadamente) con la literatura fantástica” (161). La descripción que da Menton del realismo mágico solidifica esta interpretación: “consiste en la presentación objetiva, estática y precisa de la realidad cotidiana con algún elemento inesperado o improbable cuyo conjunto deja al lector desconcertado, aturdido, maravillado” (161). Cualquier persona que haya leído este cuento de Borges sabe que tras leerlo se siente “desconcertada, aturdida y maravillada.” Eso ocurre porque Borges planta varios trucos en el cuento, por ejemplo el laberinto, para “tratar de perder al lector” (Menton, 168). El concepto del laberinto es un componente mágico ya que se dice que es un laberinto infinito. El lector se siente sorprendido después de darse cuenta de que el laberinto es en realidad un libro. Otra vez, las características de la imposibilidad y la improbabilidad del realismo mágico reaparecen ya que no es posible escribir un libro infinito como se describe. Los elementos del cuento El jardín de senderos que se burifican contribuyen al hecho de que el cuento pertenece al realismo mágico.

Sin embargo, el editor Seymour Menton no menciona otro subgénero del cosmopolitismo al que pertenece ese cuento de Borges: el existencialismo. Aunque Menton sí comenta unos elementos del cuento que son existencialistas, no hace la conexión con el subgénero correspondiente. El mejor ejemplo de estos elementos consiste en las ideas filosóficas de Borges, especialmente “la repetición de acontecimientos del pasado” y “la anulación del individuo” (168). Menton describe el existencialismo así: “presenta la situación angustiosa del hombre moderno que se siente totalmente solo e inútil frente a un mundo mecanizado a punto de destruirse… El hombre no hace más que existir. Nada tiene importancia” (161). Aunque las conexiones entre el existencialismo y este cuento de Borges existen, Menton no las menciona. El protagonista Yu Tsun no puede dejar de su misión de matar a Steven Albert ya que ésa es parte del sendero que  sigue su vida. Con el laberinto, Borges describe que es muy difícil cambiar la ruta de la vida porque solo existen un número finito de convergencias, y a veces los seres humanos se encuentran en el mismo lugar a pesar de que hayan escogido una ruta para evitarlo. Además, “la repetición de acontecimientos del pasado” es representada por el tema bélico del cuento. Borges quiere decir que la guerra es algo omnipresente en la realidad y que los seres humanos nunca pueden deshacerse de ella. Debido a estos elementos, El jardín de senderos que se burifican de Borges es existencialista también.

En la literatura se habla de los varios géneros y subgéneros que caracterizan las obras literarias para simplificar la descripción de ésas. Sin embargo, esta tarea no es tan fácil ya que un cuento puede pertenecer a más que un solo subgénero. Al tratar de clasificar los cuentos ¡Diles que no me maten! de Juan Rulfo, El árbol de María Luisa Bombal y El jardín de senderos que se burifican de Jorge Luis Borges, Seymour Menton selecciona bien un solo subgénero para describirlos, pero a veces no hace todas las conexiones necesarias con los subgéneros a los que pertenecen los cuentos. Por lo tanto, la caracterización de las obras literarias es difícil. Quizá es una señal de qué tan compleja es la literatura hispanoamericana.

Obras citadas

Bombal, María Luisa. “El árbol.” Menton 170-175. Digital.

Borges, Jorge Luis. “El jardín de senderos que se burifican.” Menton 163-168. Digital.

Menton, Seymour, ed. El cuento hispanoamericano. D.F. de México: Fondo de Cultura Económica, 1992. Digital.

Rulfo, Juan. “¡Diles que no me maten!” Menton 195-199. Digital.

 

 

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