El futuro del quechua en el Perú

El futuro del quechua en el Perú: ¿se puede revitalizar?

Sarah Dowman

(Bowling Green State University)

 

Al hablar de las relaciones sociales de poder, es común discutir las estructuras hegemónicas en cuanto a la raza, la etnicidad y el género, pero con demasiada frecuencia se pasan por alto las relaciones jerárquicas entre lenguas que muchas veces las acompañan.  En los dieciocho estados independientes hispanohablantes en América Latina, la lengua dominante no siempre era el español.  Hasta la conquista del imperio inca en el siglo dieciséis, la lengua franca de la gran civilización era el quechua, sin embargo, con la llegada de los españoles colonizadores vino la lengua española que se ha vuelto dominante hoy día (King y Hornberger 1-2).  A lo largo de los últimos cinco siglos, el contacto entre las lenguas indígenas y el español ha conducido a la dominación de la lengua europea en la mayoría de América Latina.  Las lenguas indígenas se consideraron inferiores a través de la larga historia de castellanización y cristianización de las poblaciones indias bajo la corona española y, a pesar de los intereses paradójicos en la glorificación de las gentes indígenas en las historias nacionales y la imposición de la cultura y los valores europeos, también se marginaban con el uso de español en los proyectos de construcción nacional tras su independencia como una herramienta de unificación y una marca de identidad nacional.  La lengua que hace tiempo fue la de opresión y colonialismo hasta el siglo veintiuno se ha promovido como la lengua de poder junto con las perspectivas sociales occidentales gracias a las políticas lingüísticas y los sistemas de educación en América Latina, marginando e ignorando la heterogeneidad lingüística, étnica y cultural de un continente inmensamente diverso (Mar-Molinero 27-34).

Todavía se habla el quechua en Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y el Perú, y se estima que tiene entre cinco y diez millones de hablantes actualmente, superando el número de todas las lenguas indígenas habladas en América del Sur combinadas, y la mitad se encuentra en el centro del antiguo imperio inca, el Perú (King y Hornberger 1-2, Von Gleich 81).  La fuerza numérica no compensa su inferioridad con respecto al español, no obstante, ni su estatus como una lengua en peligro de extinción.  Eso se debe en gran parte a su diversidad lingüística, los contextos geográficos y sociopolíticos diversos en que se habla así como las ideologías lingüísticas negativas hacia la lengua.  Los quechuahablantes son marginados, enfrentados con discriminación lingüística y cultural. Además, el desplazamiento lingüístico que es observado por muchos lingüistas amenaza un aspecto integral de la identidad étnica de muchos con la posibilidad de pérdida (King y Hornberger 1-6).  El mantenimiento del quechua en la región andina del Perú está fuertemente vinculado a las actitudes e ideologías así como a las situaciones políticas, sociales y económicas que rodean la lengua, y a través de una investigación de la realidad actual del quechua, este trabajo intenta elaborar un plan para su revitalización.

El desplazamiento lingüístico, el mantenimiento y la revitalización

Cuando se emplea el término desplazamiento en la lingüística, se refiere a la pérdida sucesiva de una lengua dentro de una comunidad que eventualmente lleva a su muerte, según Hornberger y Coronel-Molina.  Por el contrario, el mantenimiento de una lengua denota la estabilidad en los dominios de uso y el número, la distribución, y la competencia lingüística de los hablantes dentro de una comunidad de habla, y la revitalización o la renovación refieren a la inversión del desplazamiento lingüístico.  No es posible saber lo que le pasa a una lengua, sus hablantes ni su comunidad de habla ya que los factores son tan diversos y complejos, incluyendo los efectos demográficos, políticos, religiosos y económicos entre otros tantos.  En el caso del quechua, son cruciales las ideologías y actitudes lingüísticas con el fin de abordar las cuestiones de desplazamiento, mantenimiento y revitalización (Hornberger y Coronel-Molina 13-14).  La ideología lingüística se refiere al sistema de ideas y actitudes hacia una lengua, tanto conscientes como inconscientes, y las actitudes lingüísticas reflejan lo que se siente hacia una lengua que, como se verá más adelante con los hispanohablantes y los quechuahablantes observados, reflejan y refuerzan la ideología lingüística (Hornberger 214 y Hornberger y Coronel-Molina 14-15).  Como se ha dicho, el número de hablantes no es lo que clasifica el quechua como una lengua en peligro de extinción, sino la consecuencia de lo que King y Hornberger explican como la diversidad lingüística, geográfica y sociolingüística, que crea un escenario de pérdida lingüística muy complejo, por lo que la clasifican como una lengua marginada (2).  Con la meta de revitalización, el caso del quechua es especial puesto que primeramente se compone de variedades múltiples, muchas de ellas  incomprensibles entre sí y tratadas de una forma diferente en cada país y región en que se las habla, provocando una diversidad dialectal inmensa por no hablar de la oralidad tradicional de la lengua (Hornberger y Coronel-Molina 10, Von Gleich 80).  Los estudios principales de la situación actual del quechua en la región andina del Perú designan los efectos de las ideologías y actitudes lingüísticas hacia la lengua junto con las condiciones sociopolíticas como factores vitales para la revitalización de la lengua; entonces es precisamente allí dónde se empezará la discusión.

 

La situación sociopolítica alrededor del quechua

Es importante entender un poco las condiciones sociopolíticas en el Perú que afectan el quechua para ser capaz de imaginar un plan de revitalización que funcione dentro del contexto específico.  Hornberger y Coronel-Molina utilizan lo que Fishman denomina las dislocaciones, o condiciones socioculturales que contribuyen al desplazamiento lingüístico para discutir el estado amenazado del quechua como una lengua en peligro de extinción (qtd. in Hornberger y Coronel-Molina 14).  Estas condiciones incluyen dislocaciones físicas o demográficas, tales como la migración, sociales, que refieren a la posición marginada de un grupo etnolingüístico y a las desventajas sociales, económicas y políticas, las cuales resultan y con frecuencia llevan a dislocaciones físicas y culturales que modifican las prácticas culturales tradicionales desde los efectos de modernización hasta las consecuencias extremas de violencia y genocidio.

Varios investigadores discuten las condiciones sociopolíticas o dislocaciones que afectan la situación actual del quechua en el Perú.  Hornberger y Coronel-Molina subrayan la importancia de las migraciones masivas a causa de las actividades guerrilleras radicales del movimiento revolucionario Sendero Luminoso que instigaron conflictos en comunidades de la sierra peruana durante los años ochenta y noventa (18-25).  Rosaleen Howard también señala la migración urbana como una gran causa de la tendencia hacia la hispanización y el desplazamiento lingüístico en el caso del quechua en las últimas décadas en respuesta a la privación económica y la violencia del conflicto sociopolítico en la sierra peruana y cómo cambiaron las actitudes lingüísticas hacia el quechua debido a esas grandes transformaciones provocadas por los miles de personas que huyeron desde las áreas rurales a las ciudades. Observa de primera mano el cambio drástico que soportó la población de Tantamayo en la sierra central del Perú en cuanto al uso del quechua y a las actitudes lingüísticas.  En los quince años que pasaron entre sus dos visitas a la región, en las que recopiló los datos para su investigación, la población sufrió la violencia de Sendero Luminoso, la subsiguiente represión del gobierno, el cual envió a los militares y policías a menudo acabando en más violencia contra los comuneros, y los efectos  del gobierno autoritario de Fujimori en los años noventa (Howard 98-108).  Como consecuencia de los cambios demográficos, también se complicó la situación del quechua: las migraciones  lo introdujeron a situaciones de contacto lingüístico con el español.

Hornberger y Coronel-Molina encuentran que a pesar de que se ha reingresado el quechua en las ciudades peruanas gracias a la migración, esto no ha ayudado a mejorar la situación de la lengua en peligro tanto como uno esperaría, debido a la discriminación hacia los quechuahablantes por no hablar el español “bien” como la sociedad dominante hispanohablante, al prejuicio social hacia su lengua y su patrimonio cultural y  a la vergüenza lingüística subsiguiente (25).  Debido al prejuicio contra la lengua, Howard observó que muchos padres no querían que sus hijos aprendieran quechua en las escuelas, sino español, porque así podrían superar la discriminación social (Howard 98-108). Las dislocaciones físicas, sociales y culturales que permean la sociedad peruana y la discriminación resultante son imperativas en el entendimiento de las actitudes e ideologías lingüísticas de los hispanohablantes y los quechuahablantes en la actualidad.

Las actitudes e ideologías lingüísticas

Al elaborar la historia de la lengua española en las Américas, Clare Mar-Molinero describe la exaltación y marginalización simultáneas y contradictorias de las culturas indígenas cuyo origen se ha vinculado a los proyectos de unificación y construcción nacionales en las naciones soberanas latinoamericanas tras su independencia de España.  Saroli así como Manley arguyen que todavía se manifiestan estas contradicciones hoy día y que afectan directamente las ideologías lingüísticas sobre las relaciones entre el español y el quechua (Saroli 2, Manley 358).  Saroli describe este fenómeno como “a strange dichotomy between the pride in the history and culture of the Inca Empire (promoted by government and tourist sectors) and the disdain with which the living descendants of this empire are regarded” (2). En las entrevistas de Saroli en Cuzco con mujeres recién urbanizadas, estas dicen que valoran el quechua porque se conecta con sus raíces pero no enseñan bien la lengua a sus hijos (2-4). Al mismo tiempo, Hornberger y Coronel-Molina describen el reconocimiento simbólico del quechua en la región andina incluso para los que no lo hablan, ofreciendo ejemplos del uso del quechua en ciertos discursos y celebraciones religiosas (16).  La mucha discrepancia entre los investigadores y sus resultados en cuanto a las actitudes e ideologías lingüísticas hacia el quechua refleja la complejidad del caso del quechua actual en la región andina del Perú.

La relación jerárquica entre el español y el quechua e incluso dentro de la lengua quechua en sí que ha existido desde la conquista española es un obstáculo a los esfuerzos de revitalización, y se manifiesta en las actitudes lingüísticas de los hispanohablantes y los quechuahablantes, reflejando la superioridad percibida del español y los varios niveles de inferioridad del quechua.  Hornberger y Coronel-Molina describen las actitudes de los hispanohablantes que refuerzan la superioridad del español tales como la caracterización del quechua como “a ‘backward’ language, useless in daily life, and with no grammar or an inadequate lexicón” (15).  El desprecio del quechua por parte de los quechuahablantes es notado por Howard en su estudio del quechua en Tantamayo, en el cual hablantes monolingües se identificaban a sí mismos como estúpidos porque no se podían leer ni escribir en español (104).  Saroli también nota las actitudes negativas de los hispanohablantes peruanos hacia el quechua, al que consideran una lengua arcaica hablada por los indios, y por los mismos quechuahablantes que se perciben como maleducados e inferiores a los hispanohablantes (3-4).  El estatus atribuido a las dos lenguas solo sirve para dificultar los esfuerzos de mantenimiento del quechua.

La relación jerárquica entre el español como lengua dominante y el quechua como lengua subordinada no es la única que refuerza la marginación del quechua; incluso entre los dialectos del quechua se encuentra una jerarquía.  Hornberger y Coronel-Molina describen a los puristas cusqueños que declaran que su dialecto es el único verdadero ya que lo creen igual al de los antiguos los incas, un hecho que se cuestiona en otros estudios (Hornberger y Coronel-Molina 16).  Manley también menciona el desprecio de otros dialectos del quechua desde el prejuicio de las élites de Cuzco, que consideran a los migrantes rurales quechuahablantes como un detrimento a la cultura de la ciudad.  Este discurso purista solo sirve para marginalizar aun más a los quechuahablantes, especialmente rurales, haciendo más peligrosa la situación actual del quechua (Manley 328).  La ideología centrada en el purismo cusqueño también es observada por Howard en los hablantes bilingües de Tantamayo que pasaron tiempo en Lima y que expresaron que el quechua local no era ‘legítimo’ ya que no es igual al del Cuzco (Howard 104).  Ya que se vincula las actitudes e ideologías lingüísticas con el mantenimiento de la lengua, la devaluación y el desprecio del quechua por parte de los hispanohablantes y los quechuahablantes solo sirven para perjudicar su futuro.

El valor atribuido al quechua por parte de los quechuahablantes mismos fue discutido por varios investigadores con resultados variados, revelando la complejidad de caracterizar la situación única del quechua en el Perú.  Hornberger y Coronel-Molina describen una devaluación del quechua dentro de la sociedad quechuahablante misma utilizando el concepto de lealtad lingüística de Fishman en relación con esta jerarquía de lenguas para exponer el estigma del quechua y la vergüenza resultante.  Según este concepto, los hablantes bilingües frecuentemente deciden usar la lengua dominante en vez de su lengua nativa para evitar el estigma y el prejuicio asociados con ella, exponiendo una falta de lealtad a su propia lengua (Hornberger y Coronel-Molina 14-15).  Howard compara sus observaciones de las ideologías y el uso de la lengua en 1999 con las que recogió quince años antes, y nota que se vincula la vergüenza lingüística con la migración.  Durante su primera observación, nunca se encontró con ningún sentimiento de vergüenza hacia la lengua quechua entre hablantes bilingües, pero la situación cambió durante los quince años en los que la mayoría de la población de Tantamayo había pasado tiempo en Lima.  Después de experimentar la discriminación en la ciudad, la vergüenza lingüística se convirtió en un tema recurrente en muchas conversaciones observadas por la investigadora que tenían que ver con la migración y la lengua.  Howard describe el estigma de ser un serrano en Lima hasta el punto de que se ha vuelto uno de los asuntos más sensitivos para los quechuahablantes de la sierra, demostrado por varios participantes en el estudio que comentan sobre la connotación negativa de la palabra serrano (108-114).  De la misma manera, Saroli observa la vergüenza cuando muchos ocultan sus raíces lingüísticas e incluso no quieren hablar quechua ni enseñárselo a sus hijos: “they consider it “ugly,” or “are ashamed” or do not want to appear to be ‘from the country’” (3-4).  A causa de la situación sociopolítica cambiante y la diversidad sociolingüística, el caso del mantenimiento del quechua se dificulta por los muchos quechuahablantes que desprecian su propia lengua y cultura.

El poder del español domina la vida pública, los medios de comunicación, el estatus y el ascenso social en América Latina en general. Esto se ve en el Perú actual en las funciones del uso del español y el quechua observadas por muchos investigadores como consecuencia de la relación jerárquica histórica que está vigente hoy día (Mar-Molinero 63).  Saroli discute el español como la lengua de poder en todas las regiones del Perú y la necesidad de aprender la lengua dominante por parte de muchos quechuahablantes para poder funcionar en su propio país, ya que es el idioma del comercio, la educación y el gobierno (3), mientras Howard nota la falta de funciones públicas para el quechua en Tantamayo (114).  Hornberger y Coronel-Molina han observado que en las áreas urbanas, los bilingües suelen evitar el uso del quechua en la esfera pública, limitando su uso a los ámbitos íntimos tal como los de los chistes y vulgarismos.  También nota los efectos de género y edad en los patrones de uso de las dos lenguas.  La juventud urbana bilingüe prefiere no hablar el quechua en público o con sus amigos, mientras las generaciones mayores por lo general siguen usando el quechua en espacios públicos y privados (18), sugiriendo un cambio generacional en las áreas urbanas o  en los sitios de contacto entre español y quechua.  El uso de español y quechua en ámbitos distintos indica una situación diglósica entre las lenguas en ciertas áreas que podría afectar el mantenimiento del quechua.

La asociación del español con el dominio prestigioso de la educación ha sido notada por varios investigadores.  En su estudio sobre la ideología lingüística en Puno, una comunidad de la sierra peruana, Hornberger encuentra una tendencia a la negación del conocimiento del quechua.  Varios participantes sugirieron que se debía a la vergüenza porque el deseo de pertenecer a la sociedad dominante hispanohablante resulta en e incluso requiere la negación de la lengua y la cultura quechua.  Además, observa una distinción entre las funciones del quechua y del español en las que se manifiesta el prestigio percibido del español: “a higher word” como lo describe un participante quechua (219).  Los entrevistados identifican el español con la noción de progreso y acceso a ámbitos prestigiosos tales como la educación, el empleo y la industria.  Se asocia el español con el alfabetismo y por lo tanto, la sabiduría.  Una mujer mayor de la comunidad comenta: “I don’t know anything.  I don’t know even one letter” (220).  Sin saber hablar español, no se considera inteligente (Hornberger 217-220).  Howard también observa la asociación entre el español, la educación y el progreso en su estudio en la sierra central del Perú.  Una maestra describe el deseo de los padres de que los niños aprendan español  por lo que no apoyan la educación bilingüe, diciendo: “…influyen en los niños para que se acostumbren al castellano y que dejen a un lado el quechua, porque a veces en la misma sociedad para poder desenvolverse uno tiene que dominar el castellano” (107).  Hornberger y Molina también relacionan el español con la educación y explican que muchos niños quechuahablantes son castigados y reprimidos en las escuelas por hablar quechua (28).  El rechazo y aún la prohibición del quechua en las escuelas y otros ámbitos considerados prestigiosos solo lo devalúa y pone en peligro el futuro de la lengua.

A pesar de la asociación entre el español y los ámbitos prestigiosos, varios investigadores han observado el uso o el deseo del uso de quechua en esas “altas” esferas, revelando un sentimiento de lealtad que contradice otros estudios.  Aunque el estudio de Hornberger subraya la asociación entre el español y la educación, rechaza la percepción popular de los peruanos hispanohablantes monolingües de que los quechuas no valoran su lengua.  Descubre que sí niegan a veces su conocimiento de la lengua debido a la vergüenza lingüística, pero solamente porque perciben el español como un medio para lograr el progreso y creen que es necesario negar el quechua para alcanzarlo.  Se asocia el quechua con la oralidad, la expresión de sentimientos y deseos, y las situaciones informales, privadas y humorísticas.  A pesar del prestigio percibido del español, la investigadora nota un sentido de lealtad al quechua en la confianza y placer de los participantes al hablar su lengua nativa y en la riqueza de expresiones del quechua que falta en la lengua española.  Un participante describe su lealtad al quechua diciendo: “Spanish doesn’t [express] well my feelings and desires… They can’t be said in Spanish… Quechua, just as people speak it every day, is beautiful, sweet like sugar.  They speak as if they are singing.  And there are metaphors, literary figures, beautiful things” (226).  Es más, Hornberger observa varias referencias al uso del quechua en los ámbitos prestigiosos tradicionalmente dominados por el español tales como la educación y el trabajo (Hornberger 224-226).  En el estudio de Manley, que investiga las actitudes lingüísticas y las prácticas de mantenimiento dentro de dos agencias no gubernamentales sin fines de lucro en Cuzco que ofrecen servicios a migrantes mayormente quechuahablantes recién llegados, se observa que los participantes creen que se debe usar el quechua en ámbitos tradicionalmente más prestigiosos, como la educación, dónde se cree que debe ser enseñado a todos los peruanos.  Además, encuentra que una gran parte de los participantes leen en quechua, refutando la observación de Howard de que la lengua quechua no se valora en la escritura. Además, la mayoría dice que nunca ha negado hablar quechua ni siente vergüenza por hablarlo, contradiciendo los estudios de Hornberger y Coronel-Molina, y Howard (Manley 334-337).  Hornberger y Manley ilustran otros puntos de vista en cuanto al valor y lealtad atribuidos al quechua en el Perú.

Aparte de su discrepancia con el asunto de lealtad hacia el quechua, el estudio de Hornberger añade otra perspectiva a la ideología lingüística de los quechuahablantes en el Perú.  Declara que en la comunidad de Puno se aprecia el multilingüismo, lo  que demuestra una valoración ambivalente de las dos lenguas. Los profesionales quechuas admiten que son importantes tanto la tradición escrita del español (los libros y documentos) así como las expresiones quechuas que no traducen.  Además, los padres quieren que sus hijos aprendan español, pero hablan quechua en la casa.  Al interactuar con la investigadora, los niños demuestran interés en el inglés.  Se infiere que debido al ambiente bilingüe de la comunidad, han adquirido un valor de multilingüismo.  Comenta un participante: “They’re all good, Spanish, Quechua, English, Latin, Aymara” (Hornberger 222).  Los entrevistados abiertamente se oponen al uso exclusivo del español tanto como del quechua y reconocen las desventajas del monolingüismo.  Esta ambivalencia observada y la apreciación del multilingüismo en general conducen a la investigadora a deducir que en realidad sí sienten lealtad a la lengua y la cultura quechua en la comunidad de Puno y que quizás la lealtad al quechua compense el prestigio del español (221-226).  Estas perspectivas drásticamente diferentes de las demás en cuanto a las ideologías y actitudes de los quechuahablantes hacia su lengua nativa demuestran aún más la complejidad de la situación actual del quechua en el Perú.

Las políticas y la planificación lingüísticas

Mar-Molinero define la política lingüística como las decisiones del gobierno que explicita o implícitamente afectan a las lenguas, en asuntos tales como su oficialización, los requisitos lingüísticos para la ciudadanía, las lenguas utilizadas en las cortes, las escuelas, las fuerzas armadas, los lugares de trabajo, las instituciones religiosas, etc., ya sea apoyando o impidiendo el mantenimiento o desplazamiento lingüístico y reflejando el contexto ideológico y político en que esto ocurre.  La autora distingue entre la política lingüística y la planificación lingüística, siempre explícita, que se refiere a los medios a través de los cuales las políticas se ponen en práctica (Mar-Molinero 73-77).  En la historia prehispánica del Perú, se sabe que los soberanos cusqueños emplearon una política de propagación lingüística mediante la adopción de una variedad específica como lengua unificadora y oficial del imperio.  Bajo el gobierno militar populista de General Velasco, que duró desde 1968 hasta 1975, se oficializó el quechua de manera polémica, garantizando que las comunidades nativas recibieran educación en su propia lengua.  Sin embargo, los medios o la planificación para implementar tales derechos estuvieron ausentes (Von Gleich 77-89).  Hornberger y Coronel-Molina discuten los esfuerzos de planificación lingüística para el quechua en la región andina, distinguiendo entre la planificación del estatus, que abarca los esfuerzos por cambiar el estatus de una lengua dentro de la sociedad, la planificación del corpus, cuyas metas incluyen la estandarización, la modernización y la renovación de una lengua, y la de la adquisición, que incorpora a los hablantes de la lengua con un enfoque en la educación (32-43).  Una vez detallada la situación actual de la planificación lingüística del quechua en el Perú, será posible evaluar lo que funciona y lo que no funciona con el fin de elaborar un plan de revitalización.

De acuerdo con la clasificación de las áreas de planificación de Hornberger y Coronel-Molina, primero es importante discutir la planificación del estatus, o los usos de la lengua, para concebir una entendimiento general.  En el Perú actual, existen varias políticas lingüísticas y métodos de planificación, sin embargo no todos actúan de una manera que favorece al futuro del quechua.  El español es la lengua oficial y aunque la constitución reconoce y protege la pluralidad cultural, se arguye que es más simbólica que práctica ya que toda la administración gubernamental se hace en español.  Sin embargo, no es viable usar el quechua en entornos oficiales a menos que sea enseñado y adquirido por toda la población peruana (Hornberger y Coronel-Molina 32-43).  Aparte del estatus legal, el uso del quechua en los medios de comunicación también es importante.  Saroli señala que casi nunca se ve el quechua en los medios de comunicación.  La única forma del quechua escrito disponible es académica; no se puede encontrar un periódico ni una revista en quechua (1-2).  Hay varios programas de radio en el Perú que presentan las noticias, folclore y música, pero hay muy pocas películas en quechua en la región andina.  Además, existen varios sitios de web en quechua, sin embargo el acceso al internet de las poblaciones quechuas es muy limitado.  Existe una tradición literaria en quechua que data de los tiempos coloniales, pero de la misma manera, no todos tienen acceso al mismo alfabetismo en quechua, y debido a la complejidad de los esfuerzos de estandarización y codificación se dificulta aún más la situación (Hornberger y Coronel-Molina 39-43).

La planificación del corpus del quechua, aunque potencialmente muy efectiva en cuanto a la propagación lingüística, suele ser bastante polémica en general.  Existen ortografías y un alfabeto panquechua, pero no toman en cuenta las muchas variaciones dialectales.  En 1976 se publicaron seis diccionarios y gramáticas de los seis dialectos más comunes del quechua, así como hubo esfuerzos de modernizar y renovar la lengua para incorporar aspectos específicos de la región andina del Perú (Hornberger y Coronel Molina 33-43).  En Tantamayo, Howard ha observado directamente [la falta de] los efectos de la planificación del corpus del quechua, porque el alfabeto oficial no toma en cuenta las diferencias de la variedad que se habla allí en la sierra central del Perú (114).  A pesar de la discrepancia ante varios esfuerzos de planificación del corpus del quechua en los últimos años, es un área con potencial de contribuir al objetivo de revitalización.

El tercer tipo de planificación lingüística en el Perú con el poder de detener/invertir el desplazamiento del quechua es la adquisición que se enfoca en los hablantes de la lengua en cuestión.  La mayoría de los esfuerzos de adquisición se dirigen a la educación, y aunque la constitución peruana apoya la educación bilingüe e intercultural, la realidad es mucho más compleja (Hornberger y Coronel-Molina 46).  Según Saroli, el programa educativo funciona como un programa de transición en el que los niños aprenden en su lengua nativa hasta que aprenden la lengua dominante que luego se convierte en la lengua de instrucción.  De esta manera, se introduce paulatinamente el español hasta que los alumnos lo asimilan, lejos de ser un programa bilingüe de mantenimiento.  No existen muchos materiales educativos en quechua, ni tampoco hay entrenamiento o apoyo del gobierno para los maestros.  Por otro lado, Saroli sostiene que muchos padres se oponen a la educación bilingüe debido a la desconfianza en el gobierno de los quechuahablantes monolingües, que creen que los quieren mantener ignorantes y retrasados a causa de la historia de represión y explotación (2-3).  Howard también se refiere al rechazo de la enseñanza del quechua por parte de los padres en su estudio, pero con el fin de superar la discriminación y el prejuicio social.  Menciona que el quechua estuvo ausente en Tantamayo puesto que la mayoría de los maestros eran hispanohablantes monolingües y los que sabían quechua no lo usaban a pesar de los muchos estudiantes que no entendían español.  Así se puede ver el fracaso del sistema educativo para muchos estudiantes quechuahablantes (100-107).

A pesar de que no se menciona en ningún otro estudio, Manley elabora un cuarto tipo de planificación lingüística denominado planificación del prestigio que da por sentado la importancia de las actitudes lingüísticas en los esfuerzos de planificación.  Según Fishman, los esfuerzos de planificación que se enfocan en la educación, el alfabetismo, los medios de comunicación y las políticas lingüísticas gubernamentales en un plan de revitalización o mantenimiento no son suficientes sin la continuidad intergeneracional de la lengua lograda a través de la familia y la comunidad.  Las dos agencias observadas por Manley intentan cumplir esa función, trabajando para mejorar las actitudes así como para crear un espacio seguro en que se hable, se valore y se proteja el quecha mientras se proveen alimentos, refugio y apoyo educativo.  Puesto que los resultados del estudio reflejan que los participantes valoran el quechua, quieren que sea usado en ámbitos prestigiosos y no se sienten ningún sentido de vergüenza lingüística, parece que este ejemplo de micro-planificación del prestigio logra su objetivo. Sin embargo no se elabora cómo transferir un plan así, dirigido a mejorar el prestigio del quechua, a gran escala (Manley 323-337).

 

Críticas de los estudios

 A pesar de que son artículos sociolingüísticos que no suelen enfocarse tanto en la historia y la política, estos artículos proveen resúmenes decentes sobre las condiciones socioculturales que rodean las situaciones del desplazamiento lingüístico del quechua. Sin embargo, solamente Howard menciona el gobierno autoritario de Fujimori como fuente de opresión y causa de la migración.  En el artículo de Saroli, que ofrece una visión general de la situación actual del quechua, se sintetiza de una manera muy eficaz la información más pertinente, pero la mención de la desconfianza de muchos quechuahablantes con respecto al gobierno, debido a su posición histórica como reprimidos y explotados, no es discutida ni señalada en ningún otro estudio.  Aunque todos los otros análisis culpan el deseo de progreso social y económico  de los padres que no apoyan la educación bilingüe,  esta pequeña línea arroja una nueva luz sobre el tema que quizás deba ser explorado en más detalle para entender mejor las actitudes negativas de los quechuahablantes hacia la educación bilingüe.

A pesar de que el estudio de Hornberger se publicó en 1988 y el artículo conjunto de ella y Coronel-Molina en 2004, no tiene sentido que este último no incluya los resultados del anterior, el cual contradice los hallazgos de muchas otras investigaciones y algunas suyas.  La lealtad de los quechuahablantes en Puno así como su apreciación del multilingüismo son observaciones innovadoras, pero no se las menciona en este último artículo que profundiza en las actitudes e ideologías lingüísticas con respecto al quechua.

El estudio de Manley “Quechua language attitudes and maintenance in Cuzco, Peru” demuestra el prototipo de un plan exitoso de revitalización, no obstante, no es viable implementarlo a nivel nacional o aun regional y no se sugiere ninguna manera de modificarlo para adaptarse a las necesidades de una región muy grande.  Sólo se menciona la posibilidad de crear otras comunidades como las investigadas en otras áreas urbanas como un complemento o una alternativa a otros esfuerzos de revitalización, lo que realmente no parece razonable para una población quechuahablante tan dispersada.

 

Conclusiones

A partir de los métodos, observaciones y resultados recogidos por las investigaciones discutidas en este trabajo, es crucial abordar las actitudes negativas arraigadas hacia la lengua quecha que fueron reforzadas por las élites hispanohablantes durante siglos (Saroli 4).  Para elaborar un plan exitoso de revitalización, es importante tomar en cuenta los tres tipos de planificación enumerados por Hornberger y Coronel-Molina, incluyendo la planificación del estatus, el corpus y  la adquisición, para aumentar al prestigio social del quechua entre los hispanohablantes y los quechuahablantes, utilizando estrategias que van de arriba a abajo y viceversa.  En cuanto a la política lingüística, es imperativo que el gobierno implemente los varios tipos de planificación que apoya.  Ya que el objetivo es quitar el estigma del quechua y aumentar su prestigio, es importante que tenga publicidad positiva, lo que se logra más fácil y efectivamente a través de los medios de comunicación.  De esta manera, el quechua oral y escrito en la televisión, el cine, la radio, los periódicos, las revistas y la literatura podría ser accesible a la máxima cantidad de gente con todo tipo de estilos de vida y niveles de educación y, como sugiere Saroli, el gobierno puede apoyar iniciativas de ese tipo (4).  Al introducir y difundir la lengua quechua a la población hispanohablante así como a los quechuahablantes en diversas formas, se podría expandir su aceptación y mejorar su estatus dentro de la sociedad dominante así como promover el orgullo de los quechuahablantes por su lengua nativa.

Hornberger y Coronel-Molina sugieren que la estandarización del quechua escrito hace falta no solo para la educación y la publicación, sino también para controlar los conflictos jerárquicos entre los hablantes de los varios dialectos del quechua.  La creación de una unidad entre las variedades podría ayudar a minimizar las diferencias que las separan, destacando las similitudes (53).  Es difícil ignorar la ideología asimilacionista hegemónica problemática que se evoca al crear un “estándar” escrito, puesto que los que tienen el poder toman las decisiones, pero una vez resueltas las diferencias, su unidad social tendría la capacidad de empoderar a una población fracturada para ayudarla a hacer cambios desde abajo.

La educación es un factor muy importante en la revitalización del quechua, no solo para aumentar el número de hablantes, sino también para disminuir la estigmatización de la lengua y la cultura quechua.  Los programas que solo promueven una transición eventual al monolingüismo español se deben evitar, porque de esa manera no se logra el mantenimiento de la lengua.  Lo que Howard denomina “the heritage language approach,” que promueve el orgullo en la lengua como parte del patrimonio cultural (105), parece una buena opción para las comunidades quechuas, pero también es imperativo que la educación del quechua se implemente tanto para los hispanohablantes como los niños de herencia quechua para que la sociedad dominante respete la lengua quechua y no solo idealice el patrimonio en la historia como se ve en la dicotomía contradictoria discutida anteriormente.  Howard sugiere el uso de los medios de comunicación como la radio para promover los programas de educación bilingüe, lo que parece una buena manera de mezclar varios métodos de planificación.

En conclusión, la situación del quechua en la región andina del Perú es bastante compleja debido a la diversidad lingüística, geográfica y sociolingüística así como a su vínculo fuerte con actitudes e ideologías con respecto al quechua y a condiciones socioculturales cambiantes.  Sin embargo, el gobierno parece apoyar, por lo menos simbólicamente, los esfuerzos de mantenimiento del quechua y hay esperanza en la lealtad a la lengua observada por varios investigadores.  La diversidad lingüística de esta región y su vínculo con las identidades culturales e históricas valen mucho y deben ser valoraradas por toda la población, pero la cooperación de todos los niveles es imperativo para el éxito de la revitalización.

Bibliografía

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