La nación desde el espacio de la patria chica
Jaime Omar Salinas Zabalaga[*]
[dropcap color=”” boxed=”no” boxed_radius=”8px” class=”” id=””]E[/dropcap]n este ensayo propongo analizar la tensión entre los sentidos populares y los oficiales (criollos) construidos a lo largo de la guerra de independencia en el Alto Perú, sentidos que giran en torno a las nociones del nosotros que entra en el conflicto bélico y del de patria por la cual se pelea. Entender el complejo entramado cultural y político en el que los actores populares vivían y entendían la guerra nos puede ayudar a reconocer no solo tensión que existía con los proyectos criollos que terminaron en materializarse con el nacimiento de la Republica sino también el lugar que terminaron por ocupar dentro del proyecto de construcción nacional. Para este propósito propongo analizar estos sentidos populares desde su proceso de articulación en el seno de una lucha irregular, porque fueron estas luchas las que por su fuerte raigambre en lo local abrieron el espacio a otras formas de entender y concebir los proyectos de emancipación. Por este motivo, planteo analizar la narración del Diario de un soldado de la independencia altoperuana en los valles de Sicasica y Hayopaya, escrito por el “Tambor” José Santos Vargas entre 1814 y 1825, y publicado por primera vez en Sucre (Bolivia) en 1952.[i] El estudio de la obra de Santos Vargas se centra en la narración como un proceso de construcción de sentido y de un nosotros, en otras palabras es una forma de construcción identitaria.
La obra de Santos Vargas es única en su especie en la historia de Bolivia pues el Diario es uno de los pocos ejemplos de escritura que nos permite conocer desde la perspectiva de los propios grupos populares su participación en la lucha. Tomando en cuenta esto propongo estudiar el Diario de Santos Vargas no sólo como una narración de los hechos y personajes involucrados en las montoneras del valle de Ayopaya, sino como un acto por el cual al narrar confiere un orden y sentido a la experiencia. Es decir, proponemos entender la narración de Santos Vargas como un proceso de construcción y articulación de sentidos y de subjetividades. Planteo a su vez que el sentido que los sectores populares “patriotas” (que lucharon en las montoneras) dieron a su lucha estuvo determinado por la compleja trama de relaciones espacioculturales que los vinculaba con el territorio donde ejercieron su poder y soberanía. Por tal motivo este sentido fue subvertido cuando los patriotas criollos, al asumir el mando de las montoneras, cambiaron el escenario de la lucha al incorporarla a la lógica de las luchas continentales, desarraigándola así del espacio de los Valles de Ayopaya.
El Diario De Santos Vargas como construcción del espacio visual de los Valles.
Se puede empezar con la misma pregunta que Gunnar Mendoza se planteó en su prólogo al primer manuscrito del Diario publicado en 1952. ¿Cuál es el porqué y para qué del Diario? Si tratamos de entender la segunda parte de la pregunta tal vez sea posible tener una idea de lo que Santos Vargas logró al escribir su Diario, algo que va más allá del ámbito de las motivaciones personales. Véase que en el prólogo al primer manuscrito Mendoza sugería que la motivación de Santos Vargas no estaba precisamente relacionada a ninguna causa trascendente ni en dejar un legado para la posteridad. Por tanto, creemos que el sentido de escribir el Diario debió estar enmarcado dentro del universo de su realidad cotidiana en los Valles. Como dice Menoza:
su propósito si alguno definido tuvo, debió ser más modesto, a tono con la índole general del caso. Algunos detalles en la obra misma parecen iluminar una pista. Los discursos intercalados en el texto y vertidos como exprofeso para la elocución diserta; las improntas materiales de una frecuenciación reiterada en las páginas del códice; los pasajes con alusiones evidentes a un público circundante. (Mendoza 68-69)
Todo esto nos da a entender que el Diario no solamente es producto de las correrías de Santos Vargas a lo largo y ancho de los Valles sino que su obra fue concebida pensando en unos destinatarios concretos, quienes eran parte de esa realidad cotidiana que él conocía en los Valles.
Es decir, el Diario fue escrito teniendo un lector y una audiencia en mente. Pensar en la audiencia que él estaba en condiciones de imaginar hace que sea muy difícil argüir que su obra estuviera enmarcada dentro del proyecto de la liberación nacional o que su empresa estuviera destinada justamente a registrar, salvar e inscribir en la memoria nacional las hazañas de las montoneras dentro del proyecto de los ejércitos libertadores colombianos. No sólo porque la lucha de la cual él fue parte se enmarcó en los Valles en tanto espacio geográfico, sino porque emergió de los mismos en tanto espacio y horizonte cultural. Por tanto la naturaleza de la lucha montonera no puede entenderse disociada del marco histórico, cultural y espacial del que emerge. En esta lógica, el mismo universo de los Valles es el destinatario al cual el Diario interpela; ni siquiera se dirige a los porteños, aunque los menciona reiteradamente. Si se deja a un lado los textos añadidos posteriormente a 1825, entonces se puede concordar con Mendoza: todo ello suscita la presunción de que el Diario está destinado a la lectura directa ante un auditorio. […] En los Valles, en el Alto Perú, no hay recursos informativos regulares, no hay siquiera imprentas; el analfabetismo es la regla. El Diario cumple así una misión casi periodística (adviértase el cuidado del autor en registrar los nombres o los apodos, la procedencia y otras circunstancias de interés momentáneo e inmediato hasta de los personajes más oscuros del drama), y sin que la realidad padezca podemos imaginar a esos sencillos comarcanos escuchando absortos al propio Vargas o a otro lector idóneo en aquel trance, recitar los párrafos intensos del Diario. (69)
La comunidad que imagina Santos Vargas no es la comunidad de la nación sino la de los Valles, como el mismo dice:
No era mi intención dar a luz esta obra por medio de la prensa, sino para que se sepa más cierto los sucesos en estos Valles les mostraba nomás para que lean y sepan algunos compañeros, amigos y paisanos. Estos eran los que me animaron en que debe salir a la luz precisamente por medio de la imprenta […] (Mendoza 12)
El entramado complejo de relaciones que los diferentes grupos armados que conformaban las montoneras mantenían con el territorio y sus pobladores era tanto de tipo político como, sobre todo, económico, cultural y étnico. Es en el seno de este complejo de relaciones que debe ser leído y entendido el Diario del “Tambor” Santos Vargas. Pero la relación entre el acto de mirar y narrar por un lado y la imagen producida por el otro no es tan simple. Vargas mira los Valles y su mirada no imprime en su Diario una imagen que es simple producto de estas relaciones con las cuales guardaría un simple vinculo icónico. Como dice Robertson, las representaciones de un entorno geográfico son entonces imágenes culturales que a menudo esconden los procesos que las han hecho, sean sociales, políticos, económicos, espirituales, detrás de una placida y familiar superficie (véase 4). Dicho así, el Diario no opera simplemente como un espejo que refleje o distorsione el complejo y heterogéneo universo sociocultural que eran los Valles. Estas representaciones visuales, siguiendo a Robertson, necesitan ser entendidas como un producto emanado de los procesos que dan forma al mundo, según el modo en que es experimentado y entendido.
Como sostenemos, el acto de narrar impone la necesidad de interpretar y dar una coherencia y sentido a los lugares, a las acciones, a los actores. Así como dice Tilley, las narraciones son una forma de entender y describir el mundo en relación con una agencia. Esto quiere decir que la narración de Santos Vargas es un acto performativo que al mismo momento de narrar da un orden y sentido a la relación de lugares, topografías, acciones, eventos y experiencias, proveyendo una síntesis de un fenómeno heterogéneo. Más aún, como dice Catherine Brace, estas imágenes y representaciones de la narración construyen, articulan y mantienen una identidad.
Sin embargo, reducir el proceso sociocultural que rodea la escritura, circulación y lectura del Diario a la construcción de una imagen de los Valles sería simplificar el análisis. Es desde los procesos que dan forma y sentido al mundo, es decir a través de las actividades cotidianas que estas representaciones espaciales son experimentadas y vividas. Desde las formas de circulación y las prácticas de lectura estas representaciones sirven como articuladores de las prácticas y relaciones en el plano material de la vida cotidiana.
En suma, podemos concluir que el Diario puede ser visto entonces como una narración que al seguir la huella de Santos Vargas, su mirada y la posición desde donde mira los Valles y los eventos que describe, construye una imagen del espacio y de las luchas montoneras. Pero este sentido que emerge de la narración no funciona solamente como una imagen que se proyecta sino que hay que entenderla como parte de un proceso por el cual las identidades sociales y subjetivas son formadas. En otras palabras, el Diario no solo opera produciendo imágenes que simbolizan las relaciones socioculturales y de poder sino que en realidad también las hace trabajar. Así podemos decir que el Diario no es un espejo que refleja las prácticas de poder sino un dispositivo cultural que las hace funcionar, ya sea para legitimarlas y reproducirlas o para subvertirlas.
Los Valles. La invención de la Patria Chica
La narración de Santos Vargas hace más que registrar día a día las experiencias de las montoneras de los Valles. También es un acto de mirar. Por tanto implica una posición desde donde se mira, cuyo orden está determinado por el lugar de observación. En la medida en que el Diario propone que los Valles funcionan como uno de los elementos centrales en la articulación identitaria de las montoneras, las descripciones topográficas de Santos Vargas se cargan de un valor simbólico a través del cual se construyen las fronteras entre un “nosotros” y un “ellos”. De esta forma la topografía que se representa en el Diario funciona más como un paisaje cultural que como una representación topográfica objetiva. En este sentido es una forma de comunicación que comunica aspectos de la identidad y el poder de algunas identidades sobre otras. De esta forma, si seguimos las ideas de Brace, uno se puede preguntar qué tipo de identidad y de relaciones construye Santos Vargas a lo largo de su narración, qué tipo de universo emerge asociado a su descripción de los Valles. Es claro que la realidad que represente Vargas será una acorde a su posición, no simplemente como narrador sino como sujeto social.
En su viaje del año 2005 a los mismos lugares descritos en el Diario, Demélas reveló que los Valles a los que Santos Vargas se dirigía ya no existen. Los lugares están, las plazas, las iglesias, las montañas, pero ya no existe el sujeto social que debía validar la imagen de este espacio ni la narración que ofrece el Diario; ya no existe la comunidad que Santos Vargas imaginaba al escribir. El Diario como producto de los Valles y dispositivo de reproducción de los mismos nos habla a nosotros de un universo que ya no existe. ¿Cuál era este universo? ¿Cuál es la naturaleza de esta comunidad a la que se dirigía Santos Vargas? ¿Qué dice el Diario a los lectores de hoy en día?
¿Qué son los Valles? es un pregunta que tendrá diferentes respuestas dependiendo de a quien se interpele. No será lo mismo para un criollo, ni para un mestizo ni para un indígena; no será lo mismo tampoco para los foráneos que llegaron a combatir en estas tierras. Tampoco la respuesta será la misma dependiendo no sólo desde dónde se responde sino desde cuándo. Si bien Santos Vargas se refiere a un horizonte cultural y a una realidad material compartida por diferentes grupos sociales, su mirada, su lucha, su escritura está material e ideológicamente determinada. Determinada no solo por lo que corporalmente podía ver o atestiguar, sino por lo que culturalmente podía conocer; determinada por el horizonte de inteligibilidad que le daba su posición étnica y sociocultural.
Mendoza ubica así el lugar en donde tiene lugar la narración de Santos Vargas:
El cubil propiamente dicho de la facción estaba enclavado en lo más fragoso e intrincado de aquel extenso territorio montañoso, en la comarca denominada genéricamente los Valles comprensiva de las doctrinas (hoy cantones) de Moosa, Inquisivi, Ichoca y Cavari (Partido de Sicasica) y en las de Palca (hoy Independencia), Machaca, Yani y Charapaya (partido de Hayopaya). (Mendoza, 14-15)
En esta breve descripción de la ubicación se yuxtaponen los tiempos de la Colonia y de la República. En realidad esta misma región es un complejo lieu de memoire que no sólo evoca las luchas independentistas que narra el Diario. También es el lugar hasta donde llegaron las sublevaciones indígenas de Tupac Amaru y donde ocurrió su posterior aniquilación en la ofensiva liderada por Reseguín (en la que participó el padre de Santos Vargas), como a su vez es el espacio que acogió a los sobrevivientes de la guerra civil que en la Colonia enfrentaron a Vicuñas y Vascongados a comienzos del siglo XVI. Este espacio heterogéneo temporalmente yuxtapone historias y memorias. Así, por un lado, los realistas se valieron de las tácticas empleadas por Reseguín, mientras, por otro, los líderes mestizos de las montoneras, o sea “la guerrilla, […] recurría a las rutas, los terrenos y las prácticas de guerra indias […]” (Demélas 185). Si bien el tiempo no borró la memoria ni las viejas alianzas, los Valles fueron una realidad distinta para los criollos, los indígenas y los mestizos de las montoneras.
El nosotros/ellos y el interior/exterior
Uno de los ejes centrales de la retórica de Vargas para la representación identitaria de las montoneras es el del eje espacial adentro/afuera. A partir de la representación visual narrativa de los Valles en base a una identidad topográfica se interpreta la lucha independentista frente al “otro” que viene de afuera. Es por este motivo que Vargas debe crear una unidad en una realidad tan compleja y heterogénea. De esta forma lo primero es marcar claramente el límite que lo separa del otro. A los Valles se entraba, había una clara diferencia entre el adentro y el afuera, entre el entrar y el salir. La narración del Diario en este sentido se sitúa desde un adentro. El centro de la narración, de la lucha contra los realistas, estaba en los Valles. Los realistas debían internarse a este espacio para combatir a las montoneras. Así, Vargas:
Habla desde el interior: los Valles son un centro a partir del cual se desplazan los guerrilleros, mientras que los realistas siempre vienen desde el exterior, se ‘internan’. La manera misma de describir las operaciones expresa claramente que los soldados del rey son intrusos y que los guerrilleros se sienten en su casa. (Demélas 175-176)
Así, el caudillo y jefe de la montonera Eusebio Lira, defendiéndose de las acusaciones sobre su supuesto trato con los realistas, apela a la memoria de su padre: “[…] sus padecimientos, sacrificios y sus méritos estaban conocidos en todo este Interior […]” (Vargas 105). Demélas refuerza esta idea señalando que “en medio de esos ejes de referencia, los Valles forman una concavidad en la cual se penetra: son el ‘interior’ y, así a propósito de una tropa que venía de las tierras bajas de Santa Cruz o desde otras guarniciones que rodean a la guerrilla, La Paz, Oruro y Cochabamba, Vargas escribe que ellas ‘se internan’ en los Valles” (Demélas 238). Esto no deja de tener una implicación ideológica en la medida en que muchas de las tropas realistas estaban de hecho dentro de los Valles y varias de las doctrinas de los Valles eran realistas. Las fronteras naturales sirvieron para delinear las fronteras del nosotros a un nivel imaginario.
Dentro de Los Valles el andar es siempre en ascenso o en descenso. Tenemos así las tierras altas, las serranías, los valles y las quebradas; estos contrastes son también de temperaturas, de gentes y de puntos de referencia en la lucha. Como dice Demélas, la altura pone en juego otras referencias: el frío hacia el cual se asciende, el calor al que lleva el descenso, las tierras de arriba son el ámbito del hielo – ‘lugares frígidos’. Abajo está Salta, Buenos Aires; los ejércitos porteños ascienden y lo colombianos descenderán. Si tiene razón Demélas, entonces la lógica espacial andina da un sentido al desplazamiento y a la percepción del espacio.
El mundo de Los Valles es eminentemente indígena y mestizo. Si bien el desplazamiento de las montoneras en este espacio es registrado por la pluma de Vargas mostrando el grado de intercomunicación entre todas las poblaciones y territorios, dice muy poco o casi nada sobre las relaciones con las comunidades y territorios indígenas al interior de los Valles. La mirada de Santos Vargas es una mirada mestiza.
El otro interior y lo exterior interno
En tanto imagen simbólica, la topografía construida de los Valles sirve para legitimar una concepción identitaria. Así, la imagen de los Valles establece fronteras simbólicas que permiten marcan las diferencias entre un nosotros y un ellos. La marca topográfica central que sirve a este propósito es la de interior y exterior. La imagen de los Valles construida como un espacio interior sirve para delimitar una primera frontera con el otro “realista”. El hecho de que muchas de las tropas realistas contra las que se enfrentó la montonera de Santos Vargas provinieran de dentro de los mismos Valles sirve para constatar que esta división es más ideológica y simbólica.
Por otro lado, la misma narración no deja de reproducir al interior de los Valles otro tipo de fronteras simbólicas que recurriendo a la topografía sirven para marcar la diferencia y la otredad dentro del nosotros “patriota”. En cuanto mestizo, Santos Vargas no es ajeno a la realidad de los indígenas con los cuales tiene vínculos heredados de su padre. Además domina el quechua y el aymara, las dos lenguas dominantes en los Valles. Las fronteras de Los Valles con el exterior, si bien son culturales, étnicas y geográficas, en un cierto modo Vargas las reproduce en su interior. Por más que Vargas pretenda dar una imagen de unidad, de un nosotros, parece claro que dentro de los Valles las fronteras étnicas se construyen también espacialmente y el Diario en cierta medida reproduce estas diferencias. Estas fronteras puede leerse en la narración. Vemos por ejemplo las distancias que se reproducen retóricamente, así tenemos que los indios dentro del campo patriota son la “Yndiada” que acompaña a la tropa: “los de la Patria circularon toda la población tomando la indiada todos los cerros”. (Vargas 16-17), “de la Patria murieron dos indios y cinco heridos en la primera avanzada, en la segunda un soldado, dos indios más y seis heridos; por todo cinco muertos y 11 heridos” (50). Así se construye una otredad dentro del nosotros.
La presencia indígena es fundamental para la existencia de la montonera pero los indígenas aparecen como una exterioridad a ella; se los representa como el otro dentro de los Valles. La pluma de Vargas es a veces ambivalente sobre el otro indígena: unas veces lo sitúa del lado patriota pero por fuera de la Patria y en otras lo incluye pero lo diferencia dentro del nosotros. Al mismo tiempo esta otredad se reproduce espacialmente. En este otro pasaje se sugiere que los indígenas habitan a su vez otro espacio: “A las 3 de la tarde nos entramos a Moosa, al día siguiente se entraron los Yndios y se dispersaron todos” (Vargas 101). El sistema de comunicación que une caminos, poblados y pueblos no incluye las comunidades indígenas. La pluma de Vargas a nivel retórico y de representación espacial reproduce la otredad indígena dentro del universo mestizo.
Los Valles como el nosotros desde donde se piensa la Patria
La relación de la guerrilla con el territorio de los Valles es íntima, como dice Mendoza:
[…] la unidad bélica que se engendra en una determinada circunscripción territorial casi siempre coincidente con la doctrina (cantón actual). Cada facción tiene así su doctrina de origen y cada doctrina de origen su facción. El comandante Lira, jefe inicial de la facción que protagoniza el Diario, comienza encabezando solo la de la doctrina de Moosa, su pueblo natal. Luego confluyen a ella otros cabecillas que hacen la guerra, por decirlo así, representando a otros tantos pueblos o doctrinas. El ejército amorfo de las facciones reconoce, pues, un principio topográfico, está distribuido por lugares. (37)
A su vez los indios están organizados también por doctrinas, cada una capitaneada por un jefe indio que a la vez ejerce de representante o diputado del pueblo. Durante la contienda este dispositivo topográfico es el que organiza la acción de los indios y mestizos, quienes se organizan en función de las doctrinas a las que pertenecen. El Diario, desde una clara visión del autor, hace más énfasis en una representación de unidad de la facción patriota de los Valles a través de la figura central del caudillo Eusebio Lira que en la representación de esta compleja trama espaciocultural que justamente podría interpelar la idea de los Valles.
El nosotros de la tropa coincide con el nosotros de la patria, y con el nosotros de los Valles por la relación orgánica de la tropa con la organización política y cultural de la región. Es decir, la montonera funciona a la vez como un espacio autónomo, móvil de soberanía pero a la vez esta movilidad y soberanía sólo es posible en la medida en que está arraigada, legitimada y forma parte de la estructura social y cultural de los Valles, que es en última instancia indígena y mestiza. Así, Vargas hace visible este nosotros donde confluyen la tropa, el espacio y el ideal: “La Patria es el lugar en donde existimos […] La Patria es el suelo donde pisamos y existimos: La Patria es, la verdadera Causa que debemos defender a toda costa: por la Patria, devemos de sacrificar nuestros Intereses y aun la vida […]” (128).
Evidentemente uno de los sentidos más recurrentes es el de la idea de la Patria como un lugar, como un espacio geográfico. Pero a su vez este mismo término, el sentido de la Patria, se construye al hacer, al luchar, al andar; así del espacio soberano y autónomo que la montonera despliega es posible entender la relación entre el cuerpo de la tropa y el cuerpo de la Patria. Puede verse como el nosotros encarna a la misma Patria, noción abstracta que se hace visible gracias a la tropa: “así estuvo largo tiempo hasta que entró la Patria, y ló mando bajar”(Vargas 75); “La Patria en breves minutos estará aquí” (177). El carácter ideológico de la Patria y por tanto su carácter abstracto toma cuerpo, se hace visible en el cuerpo de la tropa.
Estamos de acuerdo en que no emerge de la lectura del Diario la idea de un proyecto claro de Patria – tal vez no lo hay- pero sí hay un sentido que emerge del presente, construido en la lucha y que esta intrínsecamente unido a la noción de un espacio y de un nosotros. El espacio desde donde se piensa la Patria es la patria chica, es el espacio que se construye al andar en la lucha, el que se recrea al escribir y el que se imagina en la lectura.
El ayudante mayor García dice: “La Patria es el suelo donde pisamos y existimos: La Patria es, la verdadera Causa que debemos defender a toda costa: por la Patria, devemos de sacrificar nuestros Intereses y aun la vida […]” (Vargas 97). Este es uno de los puntos más llamativos del Diario. Vargas logra justamente crear una idea de patria chica que va más allá de las doctrinas de Moosa, de Palca, de Hayopaya o Sicasica porque las engloba, les da una identidad bajo la imagen de los Valles, del Interior.
Obras citadas
Brace, Catherine. “Landscape and Identity”. Studying Cultural Landscapes. Londres: Oxford UP, 2003.
D’Orbigny, Alcides. Viaje a la América Meridional. Buenos Aires: Editorial Futuro, 1945.
Mendoza, Gunnar. Prólogo. Diario de un soldado de la independencia altoperuana en los Valles de Sicasica y Hayopaya. 1816-1821. Por José Santos Vargas. Sucre: Universidad San Francisco Xavier, 1952.
—.Introducción. Diario de un comandante de la independencia americana. 1814-1825. Por José Santos Vargas. Mexico: Siglo Veintiuno, 1982.
Demélas, Marie-Danielle. Nacimiento de la guerra de guerrilla. El Diario de José Santos Vargas (1814-1825). La Paz: Plural, 2007.
Santos Vargas, José. Diario de un soldado de la independencia altoperuana en los Valles de Sicasica y Hayopaya. 1816-1821. Sucre: Universidad San Francisco Xavier, 1952.
—. Diario de un comandante de la independencia americana. 1814-1825. México: Siglo Veintiuno, 1982.
Robertson, Iain. Studying Cultural Landscapes. Londres: Arnold , 2003.
Roca, José. Ni con Lima ni con Buenos Aires. La formación de un Estado nacional en Charcas. La Paz: Plural, 2007.
Tilley, Christopher. A Phenomenology of Landscape. Places, Paths and Monuments. Londres: Oxford, 1994.
Unzueta, Fernando.“El discurso autobiográfico y la disyunción de la nación”. Diaries and Journals in 19th-Century Latin America, MLA Convention, Washington, DC, 2000.Conference Presentation.
Notas:
[*]Estudiante del doctorado en literatura y estudios culturales latinoamericanos y Graduate Teaching Associate del Departamento de Español y Portugués en The Ohio State University.
Correo electrónico: <salinas.31@buckeyemail.osu.edu>
[i] El historiador boliviano Gunnar Mendoza y la historiadora francesa Marie-Danielle Demélas publicaron, respectivamente, en 1982 y 2007, sendas ediciones críticas del “Diario”.