La representación de la memoria traumática

La representación de la memoria traumática en La vida doble y Mi verdad

Alison Tange

(Loyola University Chicago)

La memoria colectiva del pasado dictatorial en Chile ha sido un tema  importante en los últimos años. Este pasado dictatorial es considerado un pasado traumático debido a las secuelas dejadas por las detenciones, la tortura, las desapariciones, y la opresión de la sociedad chilena en general entre los años 1973 y1990. En 1992, Marcia Alejandra Merino publicó su testimonio Mi Verdad: Más Allá Del Horror, Yo Acuso sobre su detención, tortura, y posterior colaboración con la policía secreta de Pinochet. Más recientemente, Arturo Fontaine ha publicado su novela La Vida Doble de sobre la detención, tortura, y colaboración de una mujer ficcional. En el intento de compartir esas memorias, aunque diferentes y de distintos géneros literarios, ambos autores declaran un intento de contribuir a la reconstrucción de la memoria colectiva del pasado dictatorial en Chile. Los dos textos construyen y reconstruyen la memoria de ese pasado ominoso para continuar el diálogo sobre el trauma sufrido  desde la perspectiva de los traidores.

Según la teoría clásica de Maurice Halbwachs sobre la memoria colectiva, es necesario que la sociedad presente un deseo de rememorar el pasado, porque la memoria colectiva no puede desarrollarse sin la presión de la sociedad (51). En los últimos 20 años, hemos visto esa presión de la sociedad en Chile de desarrollar la memoria colectiva de varias maneras diferentes usando las memorias  individuales para crear una pluralidad y heterogeneidad de voces sobre la narración oficial de la dictadura.

Neal J. Smelser propone una definición del trauma en el contexto sociocultural y delinea un criterio para determinar si un evento en una sociedad puede ser considerado como un trauma cultural. Según Smelser, un aspecto necesario para considerar un evento histórico como un trauma cultural es la presencia de la rememoración:

The memory must be culturally relevant, that is, represented as obliterating, damaging, or rendering problematic something sacred—usually a value or outlook felt to be essential for the integrity of the affected society…associated with a strong negative affect, usually disgust, shame, or guilt (36).

Esta aserción de Smelser puede ser aplicada a Chile y a su pasado dictatorial preguntándonos  cómo este pasado ha dejado una huella en la cultura porque está fundamentado en hechos históricos y circunstancias que hacen que una sociedad sea más vulnerable. Según Smelser, una sociedad puede ser más vulnerable a un trauma histórico- cultural si hay problemas económicos o sociales al mismo tiempo(36). El Golpe de Estado de 1973 en Chile ocurrió en parte por las dificultades enfrentadas durante la presidencia de Salvador Allende. Los problemas económicos y las diferencias políticas de gestión llegaron a un punto de tensión tal durante el gobierno de Allende que resultó en el Golpe de Estado iniciado por las Fuerzas Armadas, apoyado por la élite chilena y el gobierno de los Estados Unidos. Por eso, Chile puede ser considerado una “sociedad afligida” (Smelser 36) por la violencia sistemática del régimen de Pinochet. El pasado dictatorial cabe dentro de la descripción de un trauma cultural como lo define Smelser porque hay varias obras que tratan de la rememoración de este pasado que se nos presenta a través de varias memorias diferentes siempre en tensión. Las dos obras La vida doble y Mi verdad son parte de esta rememorización del pasado dictatorial y se enfocan en un aspecto específico de la memoria de la dictadura—la colaboración. Smelser también  destaca hay un conflicto sobre cómo una nación debe rememorar el pasado traumático, y este conflicto o falta de consenso en torno a las versiones de la historia está presente en Chile hasta hoy en día. Para llegar a un punto de entendimiento sobre un pasado traumático, Smelser destaca la importancia de los “cultural carriers” (transportadores de la cultura), los que son personas que trabajan en profesiones con un enfoque social—sacerdotes, políticos, intelectuales, líderes de movimientos sociales, etc. (38). Estos transportadores de cultura están encargados de producir un esfuerzo intencionado para establecer que un trauma cultural ha ocurrido (38). Podemos considerar a Arturo Fontaine y a Marcia Alejandra Merino como transportadores culturales por sus intentos deliberados de contribuir a la memoria colectiva del pasado dictatorial en Chile. Las memorias compartidas en estas obras contribuyen a la pluralidad y la heterogeneidad de voces que dan forma a la rememorización de esos eventos traumáticos.

Mi verdad es el testimonio escrito por Marcia Alejandra Merino, conocida por su chapa como “la Flaca Alejandra.” Merino publicó su testimonio para explicar su experiencia como víctima y también colaboradora, proceso que ella llama “su verdad.” En parte, Merino quiere contribuir a la memoria colectiva del pasado porque cree que es importante reconocer lo que pasó durante la dictadura de Pinochet, en vez de permanecer en silencio sobre este pasado. Para ella recordar también es una manera de contribuir al proceso de justicia sobre la tortura y represión del régimen de Pinochet. Merino explícitamente delinea su objetivo en la introducción de su testimonio:

Esto sólo es un testimonio. No puedo expresar ahora todas las emociones y sentimientos que me han acompañado durante este tiempo. No es mi objetivo en este momento. Sólo quiero dar a conocer, una vez más, los nombres de los responsables y entregar antecedentes sobre ellos que ayuden a desenmascarar su omnipotencia y engaños que los hacen permanecer en la impunidad. Me anima la convicción que sólo la Verdad hará posible la Justicia y la Reconciliación en Chile (7-8).

Por otro lado, ella también escribe su testimonio para recuperar su vida y su identidad, las que perdió durante su tiempo como presa y colaboradora de la DINA/CNI. Merino tiene semejanza con el personaje de Irene/Lorena en la novela de Fontaine no sólo por la fragmentación de su identidad, sino también por su condición como colaboradora.

La novela La vida doble, escrita por Arturo Fontaine, usa los testimonios de varios sobrevivientes de detención y tortura  presos en los centros clandestinos durante la época de la dictadura de Pinochet. Fontaine incorpora detalles de varios testimonios de sobrevivientes, incluyendo el testimonio de Mi verdad, haciendo que la novela funcione como una forma de posmemoria de la dictadura. La protagonista se conoce por el nombre Irene (su chapa) y su nombre real, Lorena y es parte de un grupo revolucionario izquierdista ficcional que se llama Hacha Roja. Irene/Lorena es una víctima de la tortura y decide colaborar con los militares para sobrevivir, tal como Marcia Alejandra Merino. Como ya he mencionado, La vida doble es una obra de ficción, derivada de entrevistas y casos individuales de militantes y colaboradoras. La protagonista, Irene/Lorena, es una personaje que opera varias capas de la memoria individual y las experiencias de sobrevivientes. Con este personaje, Fontaine nos ofrece una nueva identidad y una nueva perspectiva sobre la memoria colectiva del pasado dictatorial en Chile.

Un aspecto bastante interesante sobre Irene/Lorena es su debilidad y falta de autoestima e identidad, aspectos que quedan muy claros a lo largo del desarrollo de su personaje. Sus debilidades e inseguridades son provocadas por la tortura que ella experimenta por parte de los militares. A lo largo de la novela, sus relaciones con la gente en su vida personal y también con sus torturadores demuestran que su identidad está casi completamente vinculada a otras personas. Es una mujer incompleta y rota, tal como Marcia Alejandra Merino. En el principio de su testimonio, Mi verdad, Merino nos cuenta que cuando era niña, ella estaba muy enferma y tímida, señalando “Siempre predominó en mí la inseguridad y la timidez” (5). Ella continua diciendo que su inseguridad y timidez empezaron a disipar cuando ingresó en el MIR durante sus estudios universitarios y se convirtió en una persona completamente diferente (6). Su creencia en este cambio de identidad puede ser relacionada a la siguiente observación de Diamela Eltit donde ella identifica: [El] dilema cuerpo e identidad, que aparecen como instancias móviles, readecuables, vulnerables cuando el sujeto—en este caso el sujeto mujer—se ve envuelto en las redes de los poderes dominantes, especialmente en esa parte del poder que requiere de la violencia—ya paródica, ya explicita—para mantener su hegemonía (104).

Según Eltit, Merino tenía una relación complicada con el poder, tradicionalmente masculino desde su militancia y su colaboración con la DINA/CNI. A esta relación Eltit la identifica como la “teatralización del yo” en el testimonio de Merino. Ella empezó su colaboración poco después de ser torturada una o dos veces, sugiriendo que ella no era tan “rígida y dura” como pensaba cuando era un líder del MIR (Merino 6). Cuando Merino empezó a  hablar y delatar a sus compañeros se reveló a sí misma su fragilidad, tal como Irene/Lorena en La vida doble. Irene/Lorena, tanta como Marcia Alejandra Merino, nos dicen en la primera página de la novela: “Disolvió mi ánimo el ácido del miedo. Quise sobrevivir. Quise una prórroga. Me dio pánico vivir la duración de mi matanza” (Fontaine 11). Por su fragilidad y falta de autoestima, parece ser más fácil lograr quebrarla y convencerla de colaborar y ser una traidora de Hacha Roja. A lo largo de la narrativa, ella deja que los hombres controlen su vida y su valoración de sí misma está conectada directamente al “hombre del momento” mientras que ella se alimenta de la atención que recibe de los hombres. Su relación con uno de los miembros de Hacha Roja, Canelo, es sólo un ejemplo de muchos en la novela de cómo su identidad se conecta directamente con la del hombre. Al describir su relación con Canelo, Irene/Lorena dice que ella no estaba enamorada de él, sino sólo eran compañeros de lucha, pero justamente después dice “Pero algo en mí repicaba y me iba diciendo que si no fuera por él no lo haría, que me había adherido a él y a su lucha como la hiedra al muro…al no estar él, lo que yo era se desvanecía” (Fontaine 122). Algo notable es que en la novela hay un diálogo entre ella y el escritor de la novela (cuyo suponemos que está entrevistándola a lo largo de la narrativa) porque es otro ejemplo de la fragmentación de su identidad y de cómo ella se relaciona con los hombres que ella piensa tienen el poder en/de una situación. La novela está escrita con ella como la narradora de su propia historia, pero cómo si fuera contándola a un entrevistador. Hay varios momentos a lo largo de la novela en que ella intenta controlar lo que escribe el autor sobre ella, pero a la misma vez, ella quiere que él tenga el control: “Ya ves, he llorado. No quiero banalizar lo que me pasó. Pero tú me has convencido de que hable. ¿Para qué? Ahora pienso que se te escapa lo sádico que hay en ti. Yo no quería. Eres un morboso. Eso es lo que te gusta de mí. ¡Confiésalo! Me fuiste convenciendo de a poquitito. Y tenía razón yo: me hundo solo yo misma en el mismo pozo de nuevo (Fontaine 191)”.

Ella se pone de acuerdo en contar sus memorias al autor, pero cuando ella  siente que ha perdido el control sobre lo que está contando, ella le echa la culpa a él, insultándole y atacándole verbalmente, y de repente recuperando el control. Irene/Lorena cree que puede lograr el poder si actúa como los hombres en su vida, específicamente los militares, una semejanza con la opinión de Eltit sobre Merino. En una parte de la novela, en la cual ya ha sido “quebrada” por los militares y también está participando activamente en el quiebre de otros detenidos, ella intenta seducir a uno de ellos pero no logra hacerlo. Después de su intento fallido, ella dice “Quería ver la cara de alguno al momento de rendirse” (Fontaine 167) porque quería ver como se sentiría tener el poder y el control sobre alguien—dos aspectos que la falta en su vida con dejar otra gente controlarla.

Sólo hay una ocasión en que Irene/Lorena vive a través de su rol femenino en cuanto a la cuestión de su hija, Anita. Ella empezó delatar a sus compañeros porque quería evitar la tortura de Anita por parte de los militares. Más tarde, cuando ella escapa de la colaboración y está viviendo como exilio en Suecia, Anita elige regresar a vivir con su padre en Chile. Irene/Lorena está destrozada: “Hay que aprender a vivir de nuevo” (Fontaine 250). Ella está reaprendiendo constantemente cómo vivir su propia vida porque no tiene una identidad fija para ponerla en tierra. Su falta de una identidad fija e estable es análoga a lo que escribe Merino en su testimonio. Por ejemplo, la identidad de Merino fue escondida por los varios nombres que usaba ella después de ser “liberada” de la CNI. Estos ejemplos claramente enfatizan los facetas del personaje de Irene/Lorena probablemente son una versión elaborada de las experiencias de otras colaboradores identificadas en Chile, como Marcia Alejandra Merino y Luz Arce.

El testimonio Mi verdad escrito por Marcia Alejandra Merino es un esfuerzo que hizo para explicar sus experiencias, o sea, lo que significa la “verdad” para ella.  Merino habla de su colaboración con la DINA después de ser detenida y torturada en 1974 cuando era una alta dirigente del MIR. En Mi verdad, Merino empieza a contar su historia, dándonos datos personales y empieza su testimonio a partir del Golpe de Estado en 1973. Merino fue detenida por la primera vez poco después del golpe. No fue torturada en esta detención, pero fue interrogada por cuatro o cinco días (Mi verdad 12-14). En mayo de 1974, ella fue detenida por la segunda vez. Poco después de unas sesiones de tortura, ella decidió hablar a la DINA y empieza a delatar al MIR.

Hay una parte especifica en que el lector se da cuenta que la identidad de Merino ha sido fragmentada. Después del ataque en que muere el jefe del MIR, Miguel Enríquez, ella describe su alivio de que uno de sus torturadores, el coronel Miguel Krassnoff Martchenko, no ha sido herido en el ataque:

…una mitad de mí misma estaba desgarrada y llorando, y la otra como tranquila porque Krassnoff no hubiera muerto. Su presencia al menos me daba cierta seguridad de que no me hicieran presenciar torturas. Mediante sus maniobras, él había logrado que yo lo sintiera como una ‘garantía’ para mi integridad” (Merino 52).

Ella describe su alivio del regreso de Krassnoff porque ahora ella le ve como su protector, demostrando que los juegos psicológicos de sus torturadores ya están lavando su mente. Ella describe el resultado de estos métodos psicológicos en la siguiente cita en que ella recuerda a sí misma durante esa época en su vida:

Pienso que cuando ‘me quiebran’, me convierto en algo que sólo puede sentir: miedo, dolor, asco. No quedaba ningún resquicio de racionalidad que me permitiera manejar situaciones o plantearme manejarlas. Ni siquiera tenía capacidad crítica para analizar la manipulación que la DINA estaba haciendo conmigo (Merino 53).

La recepción crítica de Mi verdad cuando fue publicado en 1992 no fue tan notable como uno podría pensar para un testimonio sobre la colaboración durante la dictadura. El testimonio de Merino casi no fue reconocido, según la escritora chilena Diamela Eltit, quien vivió en Chile durante y después de la dictadura de Pinochet. Eltit atribuye la falta de reacción a la permanencia de la cultural neoliberal en Chile, la “autocensura” y también la “propaganda del individualismo” relacionado al neoliberalismo (Eltit 101). Merino ha sido villanizada por su participación en el destrozo del MIR por la DINA/CNI y criticada bastante por relatar su colaboración y por su presencia durante las sesiones de tortura de otros. Su testimonio es su manera de recontar sus experiencias traumáticas, mientras que narra con el intento deliberado de provocar discusión sobre el pasado dictatorial en Chile.

En “Cuerpos nómadas,” Eltit explica que el género autobiográfico basado en la memoria, como Mi verdad, nunca puede ser considerado preciso, sino que las memorias que recuerda Merino en su testimonio son una “teatralización del yo” (103). Según Eltit, el “yo” creado en la literatura testimonial/autobiográfica es ficción y no es una representación de la realidad sino una construcción de experiencias del pasado (103). Esta perspectiva sobre las narrativas que construyen a través de las experiencias del pasado y el aspecto fictivo que produce la “teatralización del yo” se relaciona con la teoría de Elizabeth Jelin sobre la memoria. Jelin nota que las historias de la memoria son selectivas y el olvido sirve como una manera de sobrevivir tanto para el individuo como para el grupo (10). Las ideas sobre esta ficción y construcción de las memorias propuestas por Eltit y Jelin son particularmente útiles al analizar el testimonio de Merino. Mientras la memoria no es perfecta y es subjetiva, eso no invalida su testimonio, pero sirve como un recordatorio de que las memorias recontadas son subjetivas, pero contribuyen al corpus de historias sobre  un pasado histórico bastante violento y traumático. La “verdad” de Marcia Alejandra Merino es una verdad individual más que una verdad universal.

Un aspecto importante sobre el testimonio de Merino es su relación con el poder impuesto y los otros detenidos por los agentes de la DINA, que resultó en su colaboración y la pérdida de su identidad previa de una militante. Durante el gobierno de Allende, la militancia de las mujeres en el MIR y otros grupos dio paso al rechazo del rol más tradicional de las mujeres en la sociedad, personificado por las mujeres que eligieron participar en la militancia y impulsaron la creación de una nueva identidad basada en la gama masculina disponible en el área pública (Eltit 106). Eltit dice que las mujeres militantes como Merino ya estaban en territorio inexplorado cuando empezaron la militancia porque no fue la norma para las mujeres ser activas políticamente de esta manera durante esta época (106). Eltit atribuye la transición de un espacio masculino a otro, los partidos políticos, por ejemplo, que obligaron que las mujeres se adaptaran a ser más masculino, algo que es recurrente en el testimonio de Merino. Ella era una militante que seguía la ideología del hombre revolucionario y fue impulsada en un ambiente militante masculino, llegando a la clandestinidad, la cual también es tradicionalmente masculino en el uso de las armas y las estructuras militares. Eltit sugiere que Merino trasciende varios espacios dominados por el hombre y que esto contribuyó, por lo menos en parte, a su disposición de cumplir con la DINA. Los métodos psicológicos usados para “quebrar” a Marcia Alejandra Merino se la dejó vaciada de su identidad y existencia previa. Eltit observa que los detenidos en los centros de tortura durante la dictadura no eran reconocidos por la mayoría del público (108). Esto contribuye a la pérdida de identidad de Merino porque es como si no existiera cuando estaba detenida (Eltit 108).  La tortura física y el dolor, en el caso de Merino llegó hasta un punto de quiebre donde ella dio información especifica sobre el MIR y los otros militantes, algunos sus propios amigos, quienes más tarde fueron detenidos y desaparecidos. El acto de colaborar con la DINA es, según Eltit, una síntoma de la fragmentación de su identidad, resultando en un desequilibrio psicológico, como una forma de tortura psicológica (108). El destrozo de la identidad del detenido es precisamente una de las maneras en que el torturador logra poder sobre el detenido: “El torturador se adjudica la decisión sobre la vida y la muerte, se vuelve a una especie de dios que profana el cuerpo del prisionero, anulándolo. Vaciado de sí, el sujeto que habla, paradojalmente pierde su identidad: ‘se quiebra’” (Eltit 108). En el esfuerzo de recuperar el control, Merino adapta al ambiente de los militares para que pueda recuperar su identidad y el poder sobre su propia vida (Eltit 108).

Ambas protagonistas de las dos obras analizadas tienen semejanza entre sus experiencias de colaboración con los militares, sus relaciones con el poder masculino, y la pérdida de la identidad. Marcia Alejandra Merino claramente declara su intento de contribuir su memoria a la memoria colectiva del pasado dictatorial (aunque usa palabras distintas para describir su intención) mientras la obra de Arturo Fontaine hace lo mismo, pero en una manera distinta. La novela de Fontaine fue cuidadosamente escrito usando varios detalles de los casos conocidos de los sobrevivientes de la tortura y otras experiencias claves en cuanto al trauma producido por la dictadura de Pinochet (Fontaine 301-302). A diferencia de la crítica recibido por Mi verdad, La vida doble ha sido más reconocido, ganando el premio literario de Casa de las Américas en 2010. Cuando aceptó Fontaine el premio, dijo: “Nuestra misión se conecta solo con contar, sino con hacer contar” y explicó que la novela ha tenido el efecto de hacer hablar la gente sobre la dictadura (Constenla). La novela es un intento con el propósito de contribuir a la conversación sobre el pasado dictatorial—una conversación que sigue transformando con contribuciones como esta que toma influencia de los relatos de memoria como el de Mi verdad por Marcia Alejandra Merino y reforma la memoria del pasado dictatorial en hacer una protagonista ficcional compuesta de memorias de los que han vivido las experiencias y los sentimientos que nos cuenta Fontaine a través de su personaje Irene/Lorena. Marcia Alejandra Merino y Arturo Fontaine pueden ser considerados como transportadores de cultura porque intentan contribuir a la memoria colectiva del pasado dictatorial y las dos obras demuestran la formación de la memoria sobre este pasado (en Mi verdad) y la reformación de esta memoria en La vida doble.

Bibliografía

Castenlo, Tereixa. “Arturo Fontaine Gana El Primer Premio Las Américas Con Su Novela ‘La Vida Doble'”EL PAÍS. N.p., n.d. Web. 15 Apr. 2013. <http://cultura.elpais.com/cultura/2011/05/08/actualidad/1304805602_850215.html>.

Eltit, Diamela. “Cuerpos nómadas.”http://www.debatefeminista.com/PDF/Articulos/cuerpo695.pdf

Fontaine, Arturo. La Vida Doble. Barcelona: Tusquets Editores, 2010. Print.

Halbwachs, Maurice. On Collective Memory. Ed. and trans. Lewis A Coser. Chicago: Chicago UP, 1992. Print.

Jelin, Elizabeth. “¿De Qué Hablamos Cuando Hablamos De Memorias?” N.p., n.d. Web. <http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/JelinCap2.pdf>.

Merino, Vega M. A. Mi Verdad: “más Allá Del Horror, Yo Acuso “. Santiago: s.n., 1993. Print.

Smelser, Neal J. “Psychological Trauma and Cultural Trauma.” Cultural Trauma and Collective Identity. Berkeley: U of California, 2004. 31-59. Print