Del trauma personal a la acción política

Del trauma personal a la acción política: La historia oficial y Cautiva

Hannah Agauas (SPAN 6220)

Introducción

Criminal politics affect many generations,
All the members of society suffer the long-term effects
of traumatic violence, whether they immediately
understand it or not.

Diana Taylor, “Trauma and Performance” 1676

Diana Taylor, profesora de Performance Studies en Nueva York, en la cita de arriba comenta los efectos de un gobierno corrupto en la sociedad entera. La Guerra Sucia en Argentina (1976-1983) fue un reino de terror en que un sector de la población cometió crímenes atroces contra la humanidad con la pretensión de luchar contra el comunismo y contrarrestar actividades supuestamente “subversivas”. Esto resultó en un ambiente de horror en el que los ciudadanos quedaban con pocos remedios: se callaban o arriesgaban la vida. La hija de un desaparecido, Ana Laura, testifica en Ni el flaco perdón de Dios que “había un montón de gente esperando que mi papa llegara para ver cómo se los llevaban, sabían que estaban los militares esperando a mi papá adentro de mi casa y nadie, nadie fue capaz de decir no entres porque te están esperando, nadie” (Gelman 47).  Por consecuencia, los esfuerzos de ir en contra de la represión muchas veces eran luchas solitarias, hasta el aislamiento del encarcelamiento y aún la soledad horrenda que es vivir la tortura.

Sin embargo, el reino de terror que instituyeron  los militares durante la Guerra Sucia era tal que no sólo afectó a los que eran activos políticamente, sino también a sus madres, sus abuelas, sus hijos, sus vecinos, efectivamente a la sociedad entera: “The indiscriminate nature of the kidnapping campaign and the impunity with which it was carried out spread terror- as intended” (Femenia 10).  El efecto de los desaparecidos en la sociedad entera fue enorme.  La meta de las dictaduras era borrar completamente a la  persona.  Pensaban que si podían destruir los documentos de identidad, los nombres, los cuerpos, podían “desaparecer” a la persona, como si nunca hubiera existido.  Pero no fue el caso.  Los militares se enteraron de que no pudieron borrar la memoria, sino que los “desaparecidos” siguieron viviendo, aunque su presencia se hiciera sentida sólo por el hueco que habían dejado.  Para llenar este espacio casi tangible y dolorosamente vacío, Las Madres de la Plaza de Mayo llevaban fotos enormes, estas mismas fotos de identificación que los asesinos intentaron a destruir:  “The photographs used by the Abuelas and Madres […] present a kind of proof, evidence of the existence of the people in them” (Taylor, “You Are Here” 176).

Las abominaciones que les pasaron a los que luchaban por la libertad, es decir el encarcelamiento, la tortura, el asesinato, son agobiantes.  No obstante, el horror tomó otra dimensión peor a través del robo y apropiación de los hijos de los desaparecidos.  No sólo son Madres de la Plaza de Mayo sino también Abuelas, y muchas no sólo han perdido a sus hijos sino también a sus nietos.  El gran esfuerzo de eliminar la existencia de un “subversivo” llegó hasta la próxima generación, a la cual pretendieron robarles los padres, y aún peor, robarlos sin que nunca supieran que los habían robado.  Las Abuelas buscaban en dolor agonizante a sus propios nietos que crecían en las manos de los asesinos de sus hijos. Algunas tuvieron suerte.  Encontraron y rescataron a sus familiares, pero a alto precio.  Los hijos de desaparecidos se enfrentan con la pérdida de dos pares de padres.

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Este estudio plantea algunas preguntas que pretende contestar en la sección dedicada a conclusiones.  Una pregunta trata sobre la transición de un trauma individual a una lucha colectiva.  Es importante destacar que los efectos del terror no se limitaron sólo a los familiares de los desaparecidos, sino que alcanzaron a todo el país.  Como dice Diana Taylor, la violencia criminal del gobierno hace daño a muchas generaciones y a la sociedad entera.  Esto quiere decir que no sólo los familiares de los desaparecidos sino toda la Argentina necesita recuperarse.  Muchos individuos se encuentran con un dolor personal e individual, y muchos de estos individuos buscan maneras de externalizarlo para curarse.  Taylor justifica la presencia de grupos como Las Madres o H.I.J.O.S. cuando dice “[b]y emphasizing the public, rather than private, repercussions of traumatic violence and loss, social actors turn personal pain into the engine for social change” (“You Are Here” 168).

Un segundo aspecto de esta investigación trata del papel del cine ficcional en el cambio social. Un objetivo de los movimientos de derechos humanos es asegurar que el público esté informado sobre el trauma.  Desde el regreso de la democracia, las metas más importantes son justicia para las víctimas y preservación de la Memoria Histórica.  La lucha para preservar la Memoria tiene muchas caras, una de las cuales es el cine de ficción.  Esta herramienta tiene varias ventajas y contribuye a la enseñanza del público al provocar el análisis de temas delicados y profundamente personales.  Muchas veces, al enterarse de los acontecimientos de la Guerra Sucia, la gente está tentada a negarlo o ignorarlo, pero así corre un gran peligro.

El comentario que sigue tiene por objetivo analizar dos de las películas más importantes del cine argentino que tratan de la Guerra Sucia con el propósito de examinar la manera en que muestran el proceso desde el luto personal hasta la lucha política.  La primera es definitoria dentro del cine de la posguerra sucia y salió inmediatamente después de la dictadura:  La Historia oficial se estrenó en 1985 y sigue a la protagonista, Alicia, mujer de un hombre que trabaja con los militares y tal vez sea un torturador, mientras que descubre poco a poco lo que había pasado bajo su nariz.  Mientras Alicia representa la perspectiva de la generación de las Madres, la segunda película trae el punto de vista de los hijos de los desaparecidos.  Cautiva, que se estrenó veinte años más tarde, en 2005, muestra el proceso de descubrimiento que vive la protagonista Cristina.  El siguiente análisis se divide en tres partes, en la primera se examina a Alicia, en la segunda se analiza a Cristina, y finalmente se hace una comparación entre los dos personajes.  Antes de examinar la manera en que el trauma afecta a ambos, al individuo y a la sociedad, se aborda primero una definición de qué es el trauma.

¿Qué es el trauma?

La palabra trauma tiene varias connotaciones y matices.  Se puede elaborar el uso de este vocablo en el contexto del siguiente estudio del desarrollo de las definiciones psicológicas.  Nora Barugel comenta la teoría de Melanie Klein y define una situación traumática como una situación en la que una persona vive “ansiedad interna, ya sea por el temor de verse inundad[a] por el trabajo interno del instinto de muerte o suficientemente deflexionad[a] […] o debido a la amenaza de la aniquilación por parte de un objeto interno” (232).  Continúa diciendo que  “es sentido por el sujeto como un ataque y como persecución” (232).  Según esta definición, es fácil ver la manera en que los desaparecidos han vivido el trauma, y por la manera en que han perdido a sus hijos, esta definición también facilita en la comprensión de la situación traumática que es la experiencia de los familiares (padres y madres) de los desaparecidos.  No obstante, el “trauma” no tiene necesariamente un significado estrechamente ligado a la muerte.  La RAE define el trauma como “un choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente o una emoción o impresión negativa, fuerte y duradera” (Web).  Según esta definición, no hace falta estar en una situación en la que casi se muere, sino que se describe una variedad más amplia en la que la vida puede ser dramáticamente afectada de una manera negativa, después de lo cual es imprescindible la recuperación.  Sin embargo, estas definiciones describen el trauma como algo personal e individual, y este concepto del trauma forma parte integral del estudio siguiente.

No obstante, tanto como el trauma afecta al individuo, tiene impacto en la sociedad entera.  Cuando el trauma tiene origen en el Estado, llega a tener impacto a escala nacional.  Durante la Guerra Sucia, hubo una gran cantidad de traumas individuales dentro de un periodo de tiempo limitado.  Esta es una situación cuyos  efectos son distintos.   Diana Taylor explica que “[h]uman rights violations traumatize more than the immediate victims of ‘Barbarous Acts’, they wound families, communities and entire societies sometimes for years, even generations” (Taylor, “Trauma” 1674).  En la misma manera en que un individuo tiene que recuperarse, esto es verdad para toda la sociedad.  Antes de recuperarse, la víctima,  una persona o grupo de personas, no puede continuar con la vida: “el sentido del síntoma [del trauma] es lo real, lo real en tanto se pone en cruz para impedir que las cosas anden” (Clein 237).  Es precisamente la relación entre el trauma personal y social lo que concierne al capítulo siguiente.  A continuación se estudia el momento en que dos personajes ficticios, Alicia y Cristina, evolucionan desde un trauma privado hasta que lo usan como motivo de cambio social.

Evolución de Alicia

Alicia, mujer de un civil que colabora con los militares de unos cuarenta años, tiene una hija adoptada, Gabi.  Es una mujer burguesa, profesora de Historia, que vive cómodamente en una casa grande, pero no demasiado, e incluso disfruta de la ayuda de una empleada doméstica.  Está feliz.  Ella comprende que la naturaleza del trabajo de su marido es secreta y aún violenta a veces, pero está segura de que sus acciones son justas y necesarias.  Siempre ha pensado que él trabajaba por el bienestar de su país.  Dentro de su círculo social de otras parejas similares, oye a menudo sobre la Guerra de Malvinas y  con frecuencia la palabra “subversivo” es usada con un tono ligero y banal, sin pensarlo mucho.  Pero todo cambia.  A continuación se comenta la evolución de Alicia desde la ignorancia total hasta el cambio activo en tres partes: en primer lugar su descubrimiento y rechazo de la verdad, en segundo lugar su lucha para reconciliar la verdad con su vida y en tercer lugar su participación en un grupo sociopolítico.

Tal y como ya se ha mencionado, Alicia tiene muchas oportunidades de enterarse por su entorno, o por lo menos de cultivar una cierta curiosidad, pero es lenta en hacerlo.  Tiene tres fuentes de la verdad que a de entrada rechaza: su amiga Ana, sus estudiantes y el profesor Benítez.  La primera, Ana, es la más dramática.  El relato de Ana, de cómo ha sobrevivido la tortura, sorprende bastante a Alicia.  Sin embargo, se la situación la involucra de manera personal cuando Ana le explica que los militares han secuestrado a los niños de los “subversivos” nacidos en cautiverio.  La implicación de que Gabi podría haber sido robada a sus padres es demasiado para Alicia, y de modo frío y abrupto echa a Ana de su casa.  Este diálogo marca el comienzo del conflicto de Alicia, y el tema vuelve a reaparecer.  La segunda fuente está en su clase de Historia.  Allí sus estudiantes hablan abiertamente de los acontecimientos recientes que para Alicia han sido tapados por su marido y por su grupo social aislado y homogéneo.  Ella se niega a creer en lo que oye sobre desaparecidos o de cualquier historia que no sea “oficial”.  Cuando echa un estudiante de su aula, demuestra cómo se pone furiosa por la persistencia de sus estudiantes en despertar su conciencia. La última fuente es su colega, el profesor Benítez con el que llega a tener una conversación cuando  ya está empezando a aceptar la verdad, por lo menos en parte, pero todavía no lo ha conseguido.  Terminan de hablar con un poco de irritación y él la deja con estas sabias palabras: “siempre es más fácil creer que no es posible ¿no? Sobre todo porque para que sea posible se necesitaría mucha complicidad, mucha gente que no cree lo que está delante”.

Alicia no puede dejar de pensar.  Después de haber oído información parecida de tantas fuentes diferentes, empieza a ser más y más difícil no cuestionar su vida, o su concepción de la realidad.  Uno por uno regresa a cada uno de las personas que le habían transmitido la verdad y en vez de rechazarla, esta vez tiene muchas preguntas.  Busca el apoyo de Ana cuando intenta conseguir información sobre el nacimiento de Gabi en el hospital, pero no está disponible en ningún lado. En segundo lugar, cambia en su reacción frente a los estudiantes, al premiar con un un nueve (equivalente a una A-) a un chico que denuncia la injusticia en una tarea; y por último vuelve a tomar un café con su compañero Benítez.  Durante esta fase de su evolución, consigue información de todos lados: pregunta a su esposo, al cura, en el hospital, y los datos siguen sumándose hasta el momento definitivo en que se encuentra con la abuela biológica de Gabi.

Este punto crucial marca la transición de Alicia desde una batalla privada e individual para enterarse de la verdad a una participación en una organización estructurada con una presencia en el mundo político-social.  Ha llegado al punto de no regresar: ahora no cabe duda de que Gabi fue secuestrada de padres que fueron desaparecidos.  Alicia no tiene otro remedio que enfrentar al cambio y pérdida que tanto  temía.  Cuenta con lágrimas en los ojos a la abuela: “Es raro, muy raro porque siempre pensé que yo era capaz de cualquier cosa con tal de no perder nada de lo que tenía… con tal de que todo quedara como siempre”.  Al presentar la abuela a su marido, termina oficialmente con la vida que había conocido.  Ella ha determinado que ya no puede más, que hay que hacer lo correcto, lo cual es ignorado por su marido: “ni siquiera te importa si es cierto [que Gabi sea hija de desaparecidos]… a mí importa”, le dice Alicia con desesperación.

De Cristina a Sofía

Cristina Quadri acaba de cumplir quince años, es hija de dos padres cariñosos y asiste a un colegio privado.  De repente, recibe una petición de un juez, descubre que sus padres verdaderos han sido torturados y asesinados, y la echan de la casa de sus apropiadores, a los cuales siempre había amado como familia biológica.  La vida de Cristina se deshace completamente y de golpe tiene ahora la oportunidad de enterarse de lo que está pasando, pero el descubrimiento no viene sin precio.  Acto seguido se analiza el proceso desde la curiosidad neutral hasta la comprensión total en tres etapas: en primer lugar, el descubrimiento y rechazo de la verdad, en segundo lugar, la quiebra con su vida anterior, y por últimamo su participación en un grupo social.

Al principio, Cristina está tiene una vaga curiosidad de aprender sobre los acontecimientos del golpe de Estado, pero desde una gran distancia.  Observa la confrontación entre su compañera, Angélica, y la profesora, con interés y admiración, e incluso busca información a través de su amiga Susana, la cual es aún más ignorante que Cristina y usa un vocabulario que incluye la palabra “subversivo” sin saber.  De repente, la información que hasta hace segundos a Cristina le parecía curiosa, se vuelve información que define quién es.  De repente, Cristina necesita aceptar el destino de su compañera (hija de ex presos políticos) como suyo propio, aunque su instinto primero es negar la autenticidad de lo que le cuenta el juez.  Debido a su lealtad a sus padres apropiadores, escucha al juez con desconfianza y efectivamente huye de la verdad.  Se enfrenta a un gran problema: si acepta la nueva información, pierde su nombre, su edad, a las personas que ella pensaba que eran sus padres, su casa.  Dado esto, no hay reacción más lógica que salir corriendo.

Sin embargo, la información que muestra la falsedad de la vida que conoce se sigue acumulando y ya no la puede ignorar.  Para Cristina, los hechos es lo más conclusivo, por ejemplo la prueba de sangre y las fotos que le muestra la abuela biológica Elisa.  Finalmente, acepta que sus padres apropiadores no son sus padres biológicos, pero cuando los confronta, simulan ignorancia.  Cuando Cristina les pregunta por qué sus padres la habrían dejado, ellos contestan:

La madre:             no pudieron o supieron cuidarte, esto no los sabemos…

Cristina:               ¿Quiénes son mis padres?

La madre:             ¡Nosotros somos!

Cristina:               Mis padres padres…

No obstante, todavía le queda aceptar los datos más dolorosos: que sus padres fueron torturados y asesinados, y que el hombre que siempre había llamado padre lo sabía.  Llega a esta última información gracias a su amistad con la antigua compañera de clase, Angélica, y las conexiones que ella tiene.

Esta amistad marca la transición desde una lucha solitaria hasta una carga compartida y la entrada de Cristina en el mundo político, a través del grupo H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), del cual Angélica es una representante.  Esto también es un proceso lento, Cristina se adentra con mucho cuidado y no sin heridas en el lento proceso de curarse.  Cuando Angélica la pregunta si debería llamarla Sofía, Cristina responde que todavía no.  Sin embargo, parece que la entrada de Cristina en el activismo de los H.I.J.O.S. está pendiente.  Angélica habla de otras hijas de desaparecidos como ella, ayuda a Cristina a encontrar más información detallando los últimos días de sus padres biológicos, y al final le da a Cristina la información clave que la lleva a la quiebra final con su vida anterior: la enfermera, Marta, que estuvo presente en su nacimiento.  En este diálogo, Cristina se da cuenta por completo de su situación, comprende ahora quién es su padrino y por asociación, quién es su padre apropiador.  Su segunda confrontación con ellos resulta en un golpe en la cara, literal y figurativamente.  Ya no puede regresar, la vida de Cristina ha cambiado para siempre.

La misma lucha

Las historias de Alicia y Cristina ilustran un proceso doloroso y difícil que es dejar la vida cómoda que siempre han conocido y entrar en un mundo de incertidumbre.  En el caso de Alicia, tiene que tomar una decisión moral, en el caso de Cristina, no tiene muchas opciones.  Esta sección se dedica a la comparación de las historias de estos dos personajes ficticios, según cuatro aspectos distintos: qué personajes representan la sociedad de la posguerra sucia, sus procesos evolutivos según las cinco etapas de luto de Ross-Kübler, el momento determinante en que dejan la vida anterior atrás para siempre y el momento en que transforman el luto personal en una lucha política.

Ante todo, Alicia y Cristina son protagonistas, lo que quiere decir que el espectador es cómplice de sus acciones, llega a ver el mundo a través de sus ojos, y adopta, aunque sea brevemente, sus problemas como propios.  En la La Historia oficial, esto hace que el espectador se identifique con el lado de los militares.  Lo que salva al  personaje de Alicia del odio del público es su inocencia, es decir su ignorancia frente a las actividades políticas de su esposo.   El objetivo del film es dejar que el espectador se entere de la “historia oficial” con Alicia.  Ella tiene una gran responsabilidad moral, porque si quiere hacer lo correcto, tiene que sacrificar todo que tiene.  Esto sirve como ejemplo heroico y un llamado a la acción para la audiencia.  Del otro lado de la posguerra está la generación de Gabi, la hija adoptada de Alicia, que en la representación de Cautiva ha llegado a la edad de quince, de hecho, dieciséis años.  Se puede considerar a los dos personajes como víctimas, pero en el caso de Cristina esto es más claro.  El hecho de que Alicia acepta un bebé sin preguntar de donde vino la incrimina, pero sus decisiones a lo largo del film la redimen.  Al contrario, Cristina no ha tenido ninguna especie de control de su propia vida.  Ella vive efectivamente la muerte de dos pares de padres, y pierde su identidad.  Representa a todos los hijos de los desaparecidos y el largo camino que el trauma les obliga a seguir.  Sin embargo, el fin de la película no carece de esperanza: mientras que Cristina mira por la ventana a la ciudad anocheciendo, el espectador reflexiona con ella sobre lo que está por venir: aceptación de una nueva identidad, y participación en la lucha política por la justicia.

En segundo lugar, aunque nadie muere en ninguna de las películas, los personajes pierden a seres queridos y viven un proceso no muy diferente al duelo.  Por esto, se pueden evaluar las etapas para sobrellevar los traumas que viven.  Según el libro On Death and Dying de Ross-Kübler, existen cinco etapas del duelo: la negación, el enojo, la negociación, la depresión y la aceptación.  Aunque muchas veces estas etapas no tienen un esbozo claro, sino que van juntas, se pueden destacar momentos de cada una de ellas en las dos películas.  Al principio, como ya se ha mencionado, ambas, Alicia y Cristina, niegan la realidad.  En los dos casos, la verdad representa un cambio drástico en sus vidas que viene sin aviso, y ninguna de las dos se siente preparada para aceptar el cambio ni los sacrificios que implica.  El enojo se manifiesta en Alicia a través sus reacciones frías hacia su amiga Ana, sus estudiantes y el maestro Benítez.  Igualmente, Cristina es sujeta a su frustración que se transmite en su rebeldía contra el juez y el psicólogo, y se comporta de modo brusco y distante. La negociación es evidente en el proceso de investigación que cada personaje emprende.  Mientras van preguntando, todavía existe la esperanza de que se hayan equivocado y podrán regresar a sus vidas normales.  Las etapas cuarta y quinta se mezclan en ambos casos.  Es claro que al final de las dos películas, los personajes están deprimidos, pero también es claro que se están acercando a la aceptación.  El espectador queda con esta esperanza, la normalización y el regreso a la vida es la meta de superar el trauma.

A continuación, se puede notar que los dos personajes llegan a un punto de no retorno.  En ese momento ya han aceptado e internalizado la verdad y rechazan con firmeza su vida anterior.  En La Historia oficial, esto ocurre en la última escena en que Alicia cierra la puerta detrás de ella.  Desde entonces el espectador comprende que su vida será diferente.  En Cautiva, ocurre un poco más temprano en la trama cuando ella confronta a sus apropiadores.  En este diálogo, el padre apropiador casi se transforma delante de los ojos de Cristina y de la audiencia en un monstruo, y el espectador entiende que él ya nunca le parecerá igual a Cristina.

El último tema es el momento en que las protagonistas externalizan su duelo y forman parte de algo más grande.  Esta etapa es de gran importancia porque marca el momento en que el individuo empieza a contribuir a la sociedad entera.  Los motivos para entrar en la escena política son variados.  En el caso de estos dos personajes es una manera de enterarse de sus propias vidas.  Aunque en ninguna de las dos películas se hace explicita la participación en un grupo social, las dos protagonistas por lo menos se ponen en contacto con las Abuelas de Plaza de Mayo y los H.I.J.O.S. respectivamente.  Como ya se ha mencionado, para Alicia esto ocurre al encontrarse con la abuela de Gabi.  Es un momento imprescindible en que logra una perspectiva más amplia.  La abuela reconoce este punto decisivo, y le avisa que “llorar no sirve”.  Esto es un llamado no sólo a Alicia sino a la audiencia a involucrarse en la lucha política por la justicia.  Si la tragedia toca a Alicia de verdad, no basta sentirse mal sino que hay que pasar a la acción.  Para Cristina, su conexión con Angélica la une a una causa más grande.  Otra vez no se sabe con seguridad si Cristina formará parte del movimiento H.I.J.O.S., pero se deduce lógicamente que cuando le llegue su turno ella ayudará a otra hija de desaparecidos de la misma manera que Angélica la ayudó.

Conclusiones

A través del estudio de las tramas de La Historia Oficial y Cautiva se llega a varias conclusiones que se desarrollan abajo.  Esta sección tiene por propósito contestar las preguntas planteadas en la introducción.  En primer lugar, se examina cómo las historias de Alicia y Cristina se trasladan a la vida mediante  el estudio de los motivos de las activistas de los grupos de Madres o Abuelas de la Plaza de Mayo e H.I.J.O.S..  En segundo lugar, se comentará el uso del cine ficcional como un medio único para transmitir información e impactar al público.

El trauma de perder a un ser amado es una razón importante por la cual los miembros de los movimientos de derechos humanos buscan apoyo en un grupo.  Dice la presidenta de Las Madres de la Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini: “I had a great impulse, and felt as if I had a great big hole inside but I kept thinking that I’d go crazy if I stood still” (Sternbach 18).  A causa de un cambio más allá de su control, ella fue forzada a tomar una decisión. Es decir que Bonafini, a causa del dolor insoportable de haber perdido a su hijo fue movida a pasar a la acción.  Desde un dolor destructivo, recupera el control de su vida, por lo menos en parte,  enfocando sus energía en trabajar por una causa productiva.  Nora Cortiñas, co-fundadora de Madres, comenta que  “Women used to shut their pain inside, and they became prisoners of their own anguish.  They resigned themselves to their loss… Today they find strength in groups” (Balucci 85).  Este beneficio se nota en la escena en que Alicia habla con la abuela de Gabi en el metro, porque la abuela tiene un sistema de apoyo que no se encuentra del mismo modo en gente que no ha vivido experiencias semejantes.  La severidad del trauma hace más aguda la motivación que sirve para mantener los miembros de los grupos sociales.  Barbara Sutton define la expresión poner el cuerpo así:

“Poner el cuerpo”overlaps somewhat with “to put the body on the line”and to “give the body,” but it transcends both notions.  With respect to political agency, “poner el cuerpo” means not just to talk, think or desire but to be really present and involved. (Sutton 130)

Otra vez surge el consejo de la abuela de Gabi: “llorar no sirve”.

La perspectiva de Cristina se relaciona no con la generación de las madres y abuelas sino con la de los hijos de los desaparecidos.  Aunque ambas luchan por la justicia, la lucha de las Madres y las Abuelas se realiza de forma distinta que la de los H.I.J.O.S.  Las Madres se reunieron en el centro de Buenos Aires, en La Plaza de Mayo, marcharon en círculo tras círculo llevando en sus cabezas pañuelos bordados con los nombres de los desaparecidos y  en sus cuerpos las fotos enormes de las caras que jamás verán de nuevo.  Al contrario, la forma de manifestación que practica el grupo H.I.J.O.S., tiene lugar por todas partes en Argentina.  Con el lema, “cuando no hay justicia hay escrache”, buscan a los criminales protegidos por la impunidad después de la Ley de Punto Final y de Amnistía, y hacen escraches o denuncias públicas en las que exponen, a todo el barrio donde vive el criminal, los actos terribles que le son atribuidos.  “Setting off into the dark corners of Buenos Aires during the Dirty War would have proved suicidal -dice Taylor- The Abuelas and Madres, by necessity, had to stay in the most visible place in Argentina” (“You are here” 180).  Como se ve a través de la amistad de Cristina y Angélica, el grupo H.I.J.O.S. provee apoyo de otra gente que ha vivido las mismas experiencias.  En el caso de Cristina, fue motivada por desesperación, por un dolor interior que exigía que buscara alivio.

La segunda pregunta planteada tiene que ver con el papel del cine ficcional como medio de cambio social.  Algunas de las ventajas más importantes que se presentan en La Historia oficial y Cautiva son la perspectiva elegida con intención de informar, y la dramatización para impactar a la audiencia.  Como ya se ha desarrollado, las dos películas son ejemplos de individuos que emprenden un proceso de cambio y de descubrimiento.  Mientras que cada una se entera por medio de su entorno, el público aprende con ellas.  Por el otro lado, la escenografía estilizada deja a la audiencia con una perturbación profunda.  La última escena de La Historia oficial (en la que el marido de Alicia la golpea y le aprieta la mano con una puerta) choca al público y enfatiza de manera especial y sólo posible a través de la ficción.  Visualmente deja una impresión que no se quita fácilmente.  Lo mismo es verdad sobre la dramatización del nacimiento de Cristina (durante el cautiverio de su madre).  Aunque sea sólo un aspecto de la crueldad de los militares que ni siquiera muestre una fracción de la totalidad, basta para dar asco e ira sobre la injusticia, e incita el espectador de hacer lo posible para borrar para siempre la posibilidad de una inhumanidad igual en el futuro.  Tres generaciones han sido traumatizadas por los crímenes imperdonables de los militares, pero no se han resignado a ser víctimas sin remedio.  El mensaje que se traduce en las películas ficcionales de la posguerra sucia exige también a los demás que se unan a la lucha actual por los derechos humanos.

Bibliografía

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