Semana 9

Semana 10: EL COSMOPOLITISMO
OCTUBRE 20 & OCTUBRE 22

JUAN RULFO: ¡DILES QUE NO ME MATEN!

¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.

—No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.

—Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.

—No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.

—Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.

—No. No tengo ganas de ir. Según eso, yo soy tu hijo. Y, si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de ese tamaño.

—Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.

Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:

—No.

Y siguió sacudiendo la cabeza durante mucho rato.

—Dile al sargento que te deje ver al coronel. Y cuéntale lo viejo que estoy. Lo poco que valgo. ¿Qué ganancia sacará con matarme? Ninguna ganancia. Al fin y al cabo él debe de tener un alma. Dile que lo haga por la bendita salvación de su alma.

Justino se levantó de la pila de piedras en que estaba sentado y caminó hasta la puerta del corral. Luego se dio vuelta para decir:

—Voy, pues. Pero si de perdida me afusilan a mí también, ¿quién cuidará de mi mujer y de los hijos?

—La Providencia, Justino. Ella se encargará de ellos. Ocúpate de ir allá y ver qué cosas haces por mí. Eso es lo que urge.

Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado.

Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan rancio, tan enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo que matar a don Lupe. No nada más por nomás como quisieron hacerle ver los de Alima, sino porque tuvo sus razones. Él se acordaba:

Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su compadre, le negó el pasto para sus animales.

Primero se aguantó por puro compromiso. Pero después, cuando la sequía, en que vio cómo se le morían uno tras otro sus animales hostigados por el hambre y que su compadre don Lupe seguía negándole la yerba de sus potreros, entonces fue cuando se puso a romper la cerca y arrear la bola de animales flacos hasta las paraneras para que se hartaran de comer. Y eso no le había gustado a don Lupe, que mandó tapar otra vez la cerca, para que él, Juvencio Nava, le volviera a abrir otra vez el agujero.

Así, de día se tapaba el agujero y de noche se volvía a abrir, mientras el ganado estaba allí, siempre pegado a la cerca, siempre esperando; aquel ganado suyo que antes nomás se vivía oliendo el pasto sin poder probarlo.

Y él y don Lupe alegaban y volvían a alegar sin llegar a ponerse de acuerdo.

Hasta que una vez don Lupe le dijo:

—Mira, Juvencio, otro animal más que metas al potrero y te lo mato.

Y él contestó:

—Mire, don Lupe, yo no tengo la culpa de que los animales busquen su acomodo. Ellos son inocentes. Ahi se lo haiga si me los mata.

“Y me mató un novillo.

“Esto pasó hace treinta y cinco años, por marzo, porque ya en abril andaba yo en el monte, corriendo del exhorto. No me valieron ni las diez vacas que le di al juez, ni el embargo de mi casa para pagarle la salida de la cárcel. Todavía después se pagaron con lo que quedaba nomás por no perseguirme, aunque de todos modos me perseguían. Por eso me vine a vivir junto con mi hijo a este otro terrenito que yo tenía y que se nombra Palo de Venado. Y mi hijo creció y se casó con la nuera Ignacia y tuvo ya ocho hijos. Así que la cosa ya va para viejo, y según eso debería estar olvidada. Pero, según eso, no lo está.

“Yo entonces calculé que con unos cien pesos quedaba arreglado todo. El difunto don Lupe era solo, solamente con su mujer y los dos muchachitos todavía de a gatas. Y la viuda pronto murió también dizque de pena. Y a los muchachitos se los llevaron lejos, donde unos parientes. Así que, por parte de ellos, no había que tener miedo.

“Pero los demás se atuvieron a que yo andaba exhortado y enjuiciado para asustarme y seguir robándome. Cada que llegaba alguien al pueblo me avisaban:

“—Por ahi andan unos fuereños, Juvencio.

“Y yo echaba pal monte, entreverándome entre los madroños y pasándome los días comiendo sólo verdolagas. A veces tenía que salir a la medianoche, como si me fueran correteando los perros. Eso duró toda la vida. No fue un año ni dos. Fue toda la vida.”

Y ahora habían ido por él, cuando no esperaba ya a nadie, confiado en el olvido en que lo tenía la gente; creyendo que al menos sus últimos días los pasaría tranquilo. “Al menos esto —pensó— conseguiré con estar viejo. Me dejarán en paz.”

Se había dado a esta esperanza por entero. Por eso era que le costaba trabajo imaginar morir así, de repente, a estas alturas de su vida, después de tanto pelear para librarse de la muerte; de haberse pasado su mejor tiempo tirando de un lado para otro arrastrado por los sobresaltos y cuando su cuerpo había acabado por ser un puro pellejo correoso curtido por los malos días en que tuvo que andar escondiéndose de todos.

Por si acaso, ¿no había dejado hasta que se le fuera su mujer? Aquel día en que amaneció con la nueva de que su mujer se le había ido, ni siquiera le pasó por la cabeza la intención de salir a buscarla. Dejó que se fuera sin indagar para nada ni con quién ni para dónde, con tal de no bajar al pueblo. Dejó que se fuera como se le había ido todo lo demás, sin meter las manos. Ya lo único que le quedaba para cuidar era la vida, y ésta la conservaría a como diera lugar. No podía dejar que lo mataran. No podía. Mucho menos ahora.

Pero para eso lo habían traído de allá, de Palo de Venado. No necesitaron amarrarlo para que los siguiera. Él anduvo solo, únicamente maniatado por el miedo. Ellos se dieron cuenta de que no podía correr con aquel cuerpo viejo, con aquellas piernas flacas como sicuas secas, acalambradas por el miedo de morir. Porque a eso iba. A morir. Se lo dijeron.

Desde entonces lo supo. Comenzó a sentir esa comezón en el estómago, que le llegaba de pronto siempre que veía de cerca la muerte y que le sacaba el ansia por los ojos, y que le hinchaba la boca con aquellos buches de agua agria que tenía que tragarse sin querer. Y esa cosa que le hacía los pies pesados mientras su cabeza se le ablandaba y el corazón le pegaba con todas sus fuerzas en las costillas. No, no podía acostumbrarse a la idea de que lo mataran.

Tenía que haber alguna esperanza. En algún lugar podría aún quedar alguna esperanza. Tal vez ellos se hubieran equivocado. Quizá buscaban a otro Juvencio Nava y no al Juvencio Nava que era él.

Caminó entre aquellos hombres en silencio, con los brazos caídos. La madrugada era oscura, sin estrellas. El viento soplaba despacio, se llevaba la tierra seca y traía más, llena de ese olor como de orines que tiene el polvo de los caminos.

Sus ojos, que se habían apeñuscado con los años, venían viendo la tierra, aquí, debajo de sus pies, a pesar de la oscuridad. Allí en la tierra estaba toda su vida. Sesenta años de vivir sobre de ella, de encerrarla entre sus manos, de haberla probado como se prueba el sabor de la carne.

Se vino largo rato desmenuzándola con los ojos, saboreando cada pedazo como si fuera el último, sabiendo casi que sería el último.

Luego, como queriendo decir algo, miraba a los hombres que iban junto a él. Iba a decirles que lo soltaran, que lo dejaran que se fuera: “Yo no le he hecho daño a nadie, muchachos”, iba a decirles, pero se quedaba callado. “Más adelantito se los diré”, pensaba.

Y sólo los veía. Podía hasta imaginar que eran sus amigos; pero no quería hacerlo. No lo eran. No sabía quiénes eran. Los veía a su lado ladeándose y agachándose de vez en cuando para ver por dónde seguía el camino.

Los había visto por primera vez al pardear de la tarde, en esa hora desteñida en que todo parece chamuscado. Habían atravesado los surcos pisando la milpa tierna. Y él había bajado a eso: a decirles que allí estaba comenzando a crecer la milpa. Pero ellos no se detuvieron.

Los había visto con tiempo. Siempre tuvo la suerte de ver con tiempo todo. Pudo haberse escondido, caminar unas cuantas horas por el cerro mientras ellos se iban y después volver a bajar. Al fin y al cabo la milpa no se lograría de ningún modo. Ya era tiempo de que hubieran venido las aguas y las aguas no aparecían y la milpa comenzaba a marchitarse. No tardaría en estar seca del todo.

Así que ni valía la pena de haber bajado; haberse metido entre aquellos hombres como en un agujero, para ya no volver a salir.

Y ahora seguía junto a ellos, aguantándose las ganas de decirles que lo soltaran. No les veía la cara; sólo veía los bultos que se repegaban o se separaban de él. De manera que cuando se puso a hablar, no supo si lo habían oído. Dijo:

—Yo nunca le he hecho daño a nadie —eso dijo. Pero nada cambió. Ninguno de los bultos pareció darse cuenta. Las caras no se volvieron a verlo. Siguieron igual, como si hubieran venido dormidos.

Entonces pensó que no tenía nada más que decir, que tendría que buscar la esperanza en algún otro lado. Dejó caer otra vez los brazos y entró en las primeras casas del pueblo en medio de aquellos cuatro hombres oscurecidos por el color negro de la noche.

—Mi coronel, aquí está el hombre.

Se habían detenido delante del boquete de la puerta. Él, con el sombrero en la mano, por respeto, esperando ver salir a alguien. Pero sólo salió la voz:

—¿Cuál hombre? —preguntaron.

—El de Palo de Venado, mi coronel. El que usted nos mandó a traer.

—Pregúntale que si ha vivido alguna vez en Alima —volvió a decir la voz de allá adentro.

—¡Ey, tú! ¿Que si has habitado en Alima? —repitió la pregunta el sargento que estaba frente a él.

—Sí. Dile al coronel que de allá mismo soy. Y que allí he vivido hasta hace poco.

—Pregúntale que si conoció a Guadalupe Terreros.

—¿Qué dizque ni conociste a Guadalupe Terreros?

—¿A don Lupe? Sí. Dile que sí lo conocí. Ya murió.

Entonces la voz de allá adentro cambió de tono:

—Ya sé que murió —dijo. Y siguió hablando como si platicara con alguien allá, al otro lado de la pared de carrizos:

—Guadalupe Terreros era mi padre. Cuando crecí y lo busqué me dijeron que estaba muerto. Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta. Con nosotros, eso pasó.

“Luego supe que lo habían matado a machetazos, clavándole después una pica de buey en el estómago. Me contaron que duró más de dos días perdido y que, cuando lo encontraron, tirado en un arroyo, todavía estaba agonizando y pidiendo el encargo de que le cuidaran a su familia.

“Esto, con el tiempo, parece olvidarse. Uno trata de olvidarlo. Lo que no se olvida es llegar a saber que el que hizo aquello está aún vivo, alimentando su alma podrida con la ilusión de la vida eterna. No podría perdonar a ése, aunque no lo conozco; pero el hecho de que se haya puesto en el lugar donde yo sé que está, me da ánimos para acabar con él. No puedo perdonarle que siga viviendo. No debía haber nacido nunca.”

Desde acá, desde afuera, se oyó bien claro cuanto dijo. Después ordenó:

—¡Llévenselo y amárrenlo un rato, para que padezca, y luego fusílenlo!

—¡Mírame, coronel! —pidió él—. Ya no valgo nada. No tardaré en morirme sólito, derrengado de viejo. ¡No me mates…!

—¡Llévenselo! —volvió a decir la voz de adentro.

—…Ya he pagado, coronel. He pagado muchas veces. Todo me lo quitaron. Me castigaron de muchos modos. Me he pasado cosa de cuarenta años escondido como un apestado, siempre con el pálpito de que en cualquier rato me matarían. No merezco morir así, coronel. Déjame que, al menos, el Señor me perdone. ¡No me mates! ¡Diles que no me maten!

Estaba allí, como si lo hubieran golpeado, sacudiendo su sombrero contra la tierra. Gritando.

En seguida la voz de allá adentro dijo:

—Amárrenlo y denle algo de beber hasta que se emborrache para que no le duelan los tiros.

Ahora, por fin, se había apaciguado. Estaba allí arrinconado al pie del horcón. Había venido su hijo Justino y su hijo Justino se había ido y había vuelto y ahora otra vez venía.

Lo echó encima del burro. Lo apretaló bien apretado al aparejo para que no se fuese a caer por el camino. Le metió la cabeza dentro de un costal para que no diera mala impresión. Y luego le hizo pelos al burro y se fueron, arrebiatados, de prisa, para llegar a Palo de Venado todavía con tiempo para arreglar el velorio del difunto.

—Tu nuera y los nietos te extrañarán —iba diciéndole—. Te mirarán a la cara y creerán que no eres tú. Se les afigurará que te ha comido el coyote, cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes por tanto tiro de gracia como te dieron.

juan-rulfo (¡DILES QUE NO ME MATEN! – PDF)

NOTA: Recuerden leer los comentarios de Menton sobre este cuento, al final del PDF.

8 comments

  • jlangma (15 years)

    Me gusta la complejidad en este cuento y la manera en que el autor revela esa complejidad por el cuento entero. Al principio parece que Juvencio es víctima inocente de una amenaza en la vida. Luego vemos que Juvencio tiene culpa en una matanza de otro hombre, don Lupe, pero esta matanza parece necesario para poder cuidar al ganado y sobrevivir sí mismo. Pienso que esa complejidad comenta en el estatus de la sociedad mexicana en la época después de la Revolución. El autor, Juan Rulfo, tiene muchos parientes fusilados (el padre, el tío, el abuelo como los personajes (el coronel y Justino) en la vida. Que el fusilamiento está representado en varios ángulos en el cuento me dice que la vida del autor extiende al cuento. Así hay algo de verdad sobre la sociedad mexicana en el cuento.

  • pptak (15 years)

    Este cuento es interesante porque en el principio es dificil entender que pasa porque hay muchas personajes. Hay mucho dialogo cual es diferente porque el lector puede ver la punta de vista de muchas personajes diferentes. En el primer parte pense que el hombre fue un victima de un crimen que no habia hecho, pero en el fin yo vi que el hombre mato el padre del Colonel. Este es interesante porque el hombre era muy viejo y dijo que el esta castigado todos los dias de cuando mato su vecino. Me gusta este parte porque es dificil porque hay dos tipos de castigo: el hombre sabe que el mato el hombre y se siente malisimo. El otro es si el Colonel mata el hombre y termina su sufrimiento. Hay dos tipos de temor y dolor en este cuento y pienso que sea interesante como los dos afectan el hombre totalmente diferente.
    Tambien me gusta como el hombre sabe que va a morir y no puede hacer nada. Y cuando dice “No tenia ganas de nada. Solo de vivir”. Este es muy poderoso porque significa todas las cosas que damos por sentado, y el hombre no quiere morir y esta pensando en todas las cosas que va a perder. Este cuento me hecho pensar en como se sintio el hombre y como acciones que el habia hecho muchos anos antes estan afectando su vida en el presente.

  • cmomine (15 years)

    Esta es una historia muy interesante, pero sigo teniendo problemas para entender todo lo que incluso después de leer los comentarios. La historia parece estar teniendo lugar en diferentes períodos de tiempo. También muestra una gran importancia en la relación en el padre y el hijo. Es triste ver que el hijo no podía hacer nada para su padre cuando él iba a ser asesinado. También es interesante ver la situación entre el padre y el coronel, porque, aunque el coronel sabía que el viejo tenía una familia y tenía que cuidar ellos no le importaba mucho y todavía lo mató.

  • elizabethnostrant (15 years)

    La primera vez que lei este texto me confundio el cambio rapido del punto de vista, pero luego cuando lo lei de nuevo, mas despacio y con cuidado, lo entendi mejor. Me gusta la manera de cambiar el punto de vista porque tuve que prestar mas atencion de. Sin embargo, quiero saber mas de la relacion entre Justino y su padre. Me parece que el hijo realmente no quiere luchar por la vida de su padre. Entiendo que eventualmente decide que va a buscar a alguien para decirle que no debe matarlo pero parece que no es algo que quiere hacer. Yo se que dice en el texto que el tampoco no quiere morir por lo tanto no busca a alguien pero creo que hay algo mas, como el no le importa si la vida de su padre sigue o no.
    Lo interesante es que parece que la ira del hombre con poder que hace la decision de matarlo empezo hace mucho tiempo. Es como el hombre no puede estar tranquilo hasta que muera este hombre.

  • cmiles (15 years)

    El cuento me interesa mucho por diferentes aspectos. Por primero, estoy de acuerdo con Beth sobre el punto de vista porque si no estás cuidado mientras que leerlo se pierdes adentro del cuento. Este aspecto del cuento me fascina mucho es como hay dos puntos de vista. Segundo, el cuento cojo mi ojo con el motivo de miedo que hay en el cuento. Adentro del cuento, siempre parece que todas las acciones son reacciones al miedo. Los personajes hacen todo por la culpa del miedo y por miedo de morir. Luego, encontré una parte del cuento que pensé tenía algo que ver con el cuento del hombre muerto. Dice en el cuento sobre la tierra como mujer. Dice “Allí en la tierra estaba toda su vida. Sesenta años de vivir sobre ella…” También hay un ejemplo que muestra una semejanza entre este cuento y “Los Amores de Bentos Sagrera”. Dice “… cuatro hombres oscurecidos por el color negro de la noche”. Esta frase del cuento, nos muestra un aspecto del racismo por comprar el color de la piel con el color de la noche. En mi opinión, esta semejanza muestra el racismo de Caracú con el racismo de los cuatro hombres y aunque este cuento es más reciente, todavía tenemos el gran tema del racismo. También en este cuento, el autor se utilice sus experiencias de su vida y pone ellos adentro del cuento. Como unos de mis campaneros ha dicho explica sobre sus parientes fusilados (el padre, el tío, el abuelo) y aplica este aspecto en sus personajes (el coronel y Justino) para beneficiar a su cuento.

  • jfrake (15 years)

    Me encanta este cuento porque de la complexidad de las personajes. Para comenzar la novela, exprese sorpresa a las acciones de Justino y su padre. Pregunte, “que tipo de persona no va preguntar salvar la vida de su padre?” Mas alla, me encantaba el estilo de dialogo y cambia de punto de vista. Senti otros emociones, tambien. Como cuando describe el proceso del monte, madronos y comiendo verdolagas y dice, “No fue un ano ni dos. Fue toda la vida.” Me encanta las descripciones, tambien – es un elemento que anade algo… otro aspecto del cuento. Lo enriquece. Tambien estoy buscando elementos del simbolismo, aunque no estoy segura lo que sea.

  • stettkt (15 years)

    Me gusta que leamos este cuento de Rulfo. He leído otras obras de él y es uno de mis autores favoritos. Me gusta la manera en que Rulfo usa el dialogo para avanzar lo que está pasando en el cuento y como le da al lector lo que se refiere Menton, y estoy de acuerdo, los pedazos de un rompecabezas y tiene que resolvérselo. Sin embargo, en su comentario, Menton minimiza el papel de esa técnica para enfocar mas en la universalidad del cuento y como se aplica “la vida trágica del hombre rural mexicano”. No estoy de acuerdo para nada porque, mientras la vida del hombre rural mexicano quizás sea trágica, el universal “cada hombre” no intenta correrse de la ley para evitar el castigo de una matanza que se cometió 35 años antes.
    Es más importante que enfocamos en la idea del rompecabezas por que Rulfo le da al lector la capacidad de agenciar (el poder) de interpretar; el lector es tan importante como la lectura.

  • albryan (15 years)

    Como todos, estoy confundida sobre que paso exactamente en este cuento porque hay tantos cambios de dialogo y narracion y tambien en el tiempo que ocurre los eventos. A mi, es interesante que un autor no escogeria escribir en una manera clara y es obvio que tiene razon por sus decisiones literarias. Imagino como sentiria saber que vas a morir pronto y claro, hay muchas cosas que van por tu cabeza a la misma vez como la historia. Me encanta la comparacion de Menton a cubismo porque me encanta el cubismo y esta comparacion me ayuda entender el punto de vista del autor un poco mejor. que complejo es este cuento y pienso que la discusion en clase me ayudara comprender los eventos del cuento mucho.

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