Semana 6

Semana 7: EL CRIOLLISMO

Septiembre 29 – HORACIO QUIROGA : EL HOMBRE MUERTO

Octubre 1 – JOSÉ REVUELTAS: DIOS EN LA TIERRA

(los 2 cuentos)-> NOTA: Recuerden leer los comentarios de Menton sobre este cuento, al final del PDF.

1. EL HOMBRE MUERTO de HORACIO QUIROGA [1878-1937]

EL HOMBRE y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados, y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla.
Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.

Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete; pero el resto no se veía.

El hombre intentó mover la cabeza, en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió, fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia.La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último suspiro.

Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos, esperanzas y dramas presumimos en nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún esta existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano!
Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan imprevisto lo que debemos vivir aún!

¿Aún?… No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: Se está muriendo.

Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura.

Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?

Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.

El hombre resiste —¡es tan imprevisto ese horror! Y piensa: Es una pesadilla; ¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿No es acaso ese bananal su bananal? ¿No viene todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el bananal, muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca, deshilachadas por el viento. Pero ahora no se mueven… Es la calma del mediodía; pero deben ser las doce.

Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda, entrevé el monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto nuevo; y que en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná dormido como un lago. Todo, todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar. . .

¡Muerto! ¿Pero es posible? ¿No es éste uno de los tantos días en que ha salido al amanecer de su casa con el machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa?

¡Pero sí! Alguien silba… No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas siente resonar en el puentecito los pasos del caballo… Es el muchacho que pasa todas las mañanas hacia el puerto nuevo, a las once y media. Y siempre silbando… Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de monte que separa el bananal del camino, hay quince metros largos. Lo sabe perfectamente bien, porque él mismo, al levantar el alambrado, midió la distancia.

¿Qué pasa, entonces? ¿Es ése o no un natural mediodía de los tantos en Misiones, en su monte, en su potrero, en el bananal ralo? ¡Sin duda! Gramilla corta, conos de hormigas, silencio, sol a plomo…

Nada, nada ha cambiado. Sólo él es distinto. Desde hace dos minutos su persona, su personalidad viviente, nada tiene ya que ver ni con el potrero, que formó él mismo a azada, durante cinco meses consecutivos; ni con el bananal, obra de sus solas manos. Ni con su familia. Ha sido arrancado bruscamente, naturalmente, por obra de una cáscara lustrosa y un machete en el vientre. Hace dos minutos: Se muere.

El hombre, muy fatigado y tendido en la gramilla sobre el costado derecho, se resiste siempre a admitir un fenómeno de esa trascendencia, ante el aspecto normal y monótono de cuanto mira. Sabe bien la hora: las once y media… El muchacho de todos los días acaba de pasar el puente.

¡Pero no es posible que haya resbalado!… El mango de su machete (pronto deberá cambiarlo por otro; tiene ya poco vuelo) estaba perfectamente oprimido entre su mano izquierda y el alambre de púa. Tras diez años de bosque, él sabe muy bien cómo se maneja un machete de monte. Está solamente muy fatigado del trabajo de esa mañana, y descansa un rato como de costumbre.

¿La prueba?… ¡Pero esa gramilla que entra ahora por la comisura de su boca la plantó él mismo, en panes de tierra distantes un metro uno de otro! ¡Y ése es su bananal; y ése es su malacara, resoplando cauteloso ante las púas del alambre! Lo ve perfectamente; sabe que no se atreve a doblar la esquina del alambrado, porque él está echado casi al pie del poste. Lo distingue muy bien; y ve los hilos oscuros de sudor que arrancan de la cruz y del anca. El sol cae a plomo, y la calma es muy grande, pues ni un fleco de los bananos se mueve. Todos los días, como éste, ha visto las mismas cosas.

…Muy fatigado, pero descansa solo. Deben de haber pasado ya varios minutos… Y a las doce menos cuarto, desde allá arriba, desde el chalet de techo rojo, se desprenderán hacia el bananal su mujer y sus dos hijos, a buscarlo para almorzar. Oye siempre, antes que las demás, la voz de su chico menor que quiere soltarse de la mano de su madre:

¡Piapiá! ¡Piapiá!

¿No es eso?… ¡Claro, oye! Ya es la hora. Oye efectivamente la voz de su hijo…

¡Qué pesadilla!… ¡Pero es uno de los tantos días, trivial como todos, claro está! Luz excesiva, sombras amarillentas, calor silencioso de horno sobre la carne, que hace sudar al malacara inmóvil ante el bananal prohibido.
…Muy cansado, mucho, pero nada más. ¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero, que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen! Volvía entonces, muy fatigado también, con su machete pendiente de la mano izquierda, a lentos pasos.

Puede aún alejarse con la mente, si quiere; puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tajamar por él construido, el trivial paisaje de siempre: el pedregullo volcánico con gramas rígidas; el bananal y su arena roja: el alambrado empequeñecido en la pendiente, que se acoda hacia el camino. Y más lejos aún ver el potrero, obra sola de sus manos. Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla —descansando, porque está muy cansado… Pero el caballo rayado de sudor, e inmóvil de cautela ante el esquinado del alambrado, ve también al hombre en el suelo y no se atreve a costear el bananal, como desearía. Ante las voces que ya están próximas —¡Piapiá!— vuelve un largo, largo rato las orejas inmóviles al bulto: y tranquilizado al fin, se decide a pasar entre el poste y el hombre tendido —que ya ha descansado.

horacio-quiroga (EL HOMBRE MUERTO – PDF)

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2. DIOS EN LA TIERRA de JOSÉ REVUELTAS

LA POBLACIÓN estaba cerrada con odio y con piedras. Cerrada completamente como si sobre sus puertas y ventanas se hubieran colocado lápidas enormes, sin dimensión de tan profundas, de tan gruesas, de tan de Dios. Jamás un empecinamiento semejante, hecho de entidades incomprensibles, inabarcables, que venían… ¿de dónde? De la Biblia, del Génesis, de las Tinieblas, antes de la luz. Las rocas se mueven, las inmensas piedras del mundo cambian de sitio, avanzan un milímetro por siglo. Pero esto no se alteraba, este odio venía de lo más lejano y lo más bárbaro. Era el odio de Dios. Dios mismo estaba ahí apretando en su puño la vida, agarrando la tierra entre sus dedos gruesos, entre sus descomunales dedos de encina y de rabia. Hasta un descreído no puede dejar de pensar en Dios. Porque ¿quién si no Él? ¿Quién si no una cosa sin forma, sin principio ni fin, sin medida, puede cerrar las puertas de tal manera? Todas las puertas cerradas en nombre de Dios. Toda la locura y la terquedad del mundo en nombre de Dios. Dios de los Ejércitos; Dios de los dientes apretados; Dios fuerte y terrible, hostil y sordo, de piedra ardiendo, de sangre helada. Y eso era ahí y en todo lugar porque Él, según una vieja y enloquecedora maldición, está en todo lugar: en el siniestro silencio de la calle; en el colérico trabajo; en la sorprendida alcoba matrimonial; en los odios nupciales y en las iglesias, subiendo en anatemas por encima del pavor y de la consternación. Dios se había acumulado en las entrañas de los hombres como sólo puede acumularse la sangre, y salía en gritos, en despaciosa, cuidadosa, ordenada crueldad. En el Norte y en el Sur, inventando puntos cardinales para estar ahí, para impedir algo ahí, para negar alguna cosa con todas las fuerzas que al hombre le llegan desde los más oscuros siglos, desde la ceguedad más ciega de su historia.
¿De dónde venía esa pesadilla? ¿Cómo había nacido? Parece que los hombres habían aprendido algo inaprensible y ese algo les había tornado el cerebro cual una monstruosa bola de fuego, donde el empecinamiento estaba fijo y central, como una cuchillada. Negarse. Negarse siempre, por encima de todas las cosas, aunque se cayera el mundo, aunque de pronto el Universo se paralizase y los planetas y las estrellas se clavaran en el aire.

Los hombres entraban en sus casas con un delirio de eternidad, para no salir ya nunca, y tras de las puertas aglomeraban impenetrables cantidades de odio seco, sin saliva, donde no cabían ni un alfiler ni un gemido.

Era difícil para los soldados combatir en contra de Dios, porque Él era invisible, invisible y presente, como una espesa capa de aire sólido o de hielo transparente o de sed líquida. ¡Y cómo son los soldados! Tienen unos rostros morenos, de tierra labrantía, tiernos, y unos gestos de niños inconscientemente crueles. Su autoridad no les viene de nada. La tomaron en préstamo quién sabe dónde y prefieren morir, como si fueran de paso por todos los lugares y les diera un poco de vergüenza todo. Llegaban a los pueblos sólo con cierto asombro, como si se hubieran echado encima todos los caminos y los trajeran ahí, en sus polainas de lona o en sus paliacates rojos, donde, mudas, aún quedaban las tortillas crujientes, como matas secas.

Los oficiales rabiaban ante el silencio; los desenfrenaba el mutismo hostil, la piedra enfrente, y tenían que ordenar, entonces, el saqueo, pues los pueblos estaban cerrados con odio, con láminas de odio, con mares petrificados. Odio y sólo odio, como montañas.

—¡Los federales! ¡Los federales!

Y a esta voz era cuando las calles de los pueblos se ordenaban de indiferencia, de obstinada frialdad y los hombres se morían provisionalmente, aguardando dentro de las casas herméticas o disparando sus carabinas desde ignorados rincones.

El oficial descendía con el rostro rojo y golpeaba con el cañón de su pistola la puerta inmóvil, bárbara.

—¡Queremos comer!
—¡Pagaremos todo!

La respuesta era un silencio duradero, donde se paseaban los años, donde las manos no alcanzaban a levantarse. Después un grito como un aullido de lobo perseguido, de fiera rabiosamente triste;

—¡Viva Cristo Rey!

Era un Rey. ¿Quién era? ¿Dónde estaba? ¿Por qué caminos espantosos? La tropa podía caminar leguas y más leguas sin detenerse. Los soldados podían comerse los unos a los otros. Dios había tapiado las casas y había quemado los campos para que no hubiese ni descanso ni abrigo, ni aliento ni semilla.

La voz era una, unánime, sin límites: “Ni agua.” El agua es tierna y llena de gracia. El agua es joven y antigua. Parece una mujer lejana y primera, eternamente leal. El mundo se hizo de agua y de tierra y ambas están unidas, como si dos opuestos cielos hubiesen realizado nupcias imponderables. “Ni agua.” Y del agua nace todo. Las lágrimas y el cuerpo armonioso del hombre, su corazón, su sudor. “Ni agua.” Caminar sin descanso por toda la tierra, en persecución terrible y no encontrarla, no verla, no oírla, no sentir su rumor acariciante. Ver cómo el sol se despeña, cómo calienta el polvo, blando y enemigo, cómo aspira toda el agua por mandato de Dios y de ese Rey sin espinas, de ese Rey furioso, de ese inspector del odio que camina por el mundo cerrando los postigos…

¿Cuándo llegarían?

Eran aguardados con ansiedad y al mismo tiempo con un temor lleno de cólera. ¡Que vinieran! Que entraran por el pueblo con sus zapatones claveteados y con su miserable color olivo, con las cantimploras vacías y hambrientos. ¡Que entraran! Nadie haría una señal, un gesto. Para eso eran las puertas, para cerrarse. Y el pueblo, repleto de habitantes, aparecería deshabitado, como un pueblo de muertos, profundamente solo.

¿Cuándo y de qué punto aparecerían aquellos hombres de uniforme, aquellos desamparados a quienes Dios había maldecido?

Todavía lejos, allá, el teniente Medina, sobre su cabalgadura, meditaba. Sus soldados eran grises, parecían cactus crecidos en una tierra sin más vegetación. Cactus que podían estarse ahí, sin que lloviera, bajo los rayos del sol. Debían tener sed, sin embargo, porque escupían pastoso, aunque preferían tragarse la saliva, como un consuelo. Se trataba de una saliva gruesa, innoble, que ya sabía mal, que ya sabía a lengua calcinada, a trapo, a dientes sucios. ¡La sed! Es un anhelo, como de sexo. Se siente un deseo inexpresable, un coraje, y los diablos echan lumbre en el estómago y en las orejas para que todo el cuerpo arda, se consuma, reviente. El agua se convierte, entonces, en algo más grande que la mujer o que los hijos, más grande que el mundo, y nos dejaríamos cortar una mano o un pie o los testículos, por hundirnos en su claridad y respirar su frescura, aunque después muriésemos.

De pronto aquellos hombres como que detenían su marcha, ya sin deseos. Pero siempre hay algo inhumano e ilusorio que llama con quién sabe qué voces, eternamente, y no deja interrumpir nada. ¡Adelante! Y entonces la pequeña tropa aceleraba su caminar, locamente, en contra de Dios. De Dios que había tomado la forma de la sed. Dios ¡en todo lugar! Allí, entre los cactus, caliente, de fuego infernal en las entrañas, para que no lo olvidasen nunca, nunca, para siempre jamás.

Unos tambores golpeaban en la frente de Medina y bajaban a ambos lados, por las sienes, hasta los brazos y la punta de los dedos: “a…gua, a…gua, a…gua. ¿Por qué repetir esa palabra absurda? ¿Por qué también los caballos, en sus pisadas… ?” Tornaba a mirar los rostros de aquellos hombres, y sólo advertía los labios cenizos y las frentes imposibles donde latía un pensamiento en forma de río, de lago, de cántaro, de pozo: agua, agua, agua. “¡Si el profesor cumple su palabra…!”

—Mi teniente… —se aproximó un sargento.

Pero no quiso continuar y nadie, en efecto, le pidió que terminara, pues era evidente la inutilidad de hacerlo.

—¡Bueno! ¿Para qué, realmente…? —confesó, soltando la risa, como si hubiera tenido gracia.
“Mi teniente.” ¿Para qué? Ni modo que hicieran un hoyo en la tierra para que brotara el agua. Ni modo. “¡Oh! ¡Si ese maldito profesor cumple su palabra…!”

—¡Romero! —gritó el teniente.

El sargento movióse apresuradamente y con alegría en los ojos, pues siempre se cree que los superiores pueden hacer cosas inauditas, milagros imposibles en los momentos difíciles.

—¿…crees que el profesor… ?

Toda la pequeña tropa sintió un alivio, como si viera el agua ahí enfrente, porque no podía discurrir ya, no podía pensar, no tenía en el cerebro otra cosa que la sed.

—Sí, mi teniente, él nos mandó avisar que con seguro ai’staba…

“¡Con seguro!” ¡Maldito profesor! Aunque maldito era todo: maldita el agua, la sed, la distancia, la tropa, maldito Dios y el Universo entero.

El profesor estaría, ni cerca ni lejos del pueblo para llevarlos al agua, al agua buena, a la que bebían los hijos de Dios.
¿Cuándo llegarían? ¿Cuándo y cómo? Dos entidades opuestas enemigas, diversamente constituidas aguardaban allá: una masa nacida de la furia, horrorosamente falta de ojos, sin labios, sólo con un rostro inmutable, imperecedero, donde no había más que un golpe, un trueno, una palabra oscura, “Cristo Rey”, y un hombre febril y anhelante, cuyo corazón latía sin cesar, sobresaltado, para darles agua, para darles un líquido puro, extraordinario, que bajaría por las gargantas y llegaría a las venas, alegre, estremecido y cantando.

El teniente balanceaba la cabeza mirando cómo las orejas del caballo ponían una especie de signos de admiración al paisaje seco, hostil. Signos de admiración. Sí, de admiración y de asombro, de profunda alegría, de sonoro y vital entusiasmo. Porque ¿no era aquel punto… aquél… un hombre, el profesor…? ¿No?

—¡Romero! ¡Romero! Junto al huizache… ¿distingues algo?

Entonces el grito de la tropa se dejó oír, ensordecedor, impetuoso:

—¡Jajajajay…! —y retumbó por el monte, porque aquello era el agua.

Una masa que de lejos parecía blanca, estaba ahí compacta, de cerca fea, brutal, porfiada como una maldición. “¡Cristo Rey!” Era otra vez Dios, cuyos brazos apretaban la tierra como dos tenazas de cólera. Dios vivo y enojado, iracundo, ciego como Él mismo, como no puede ser más que Dios, que cuando baja tiene un solo ojo en mitad de la frente, no para ver sino para arrojar rayos e incendiar, castigar, vencer.

En la periferia de la masa, entre los hombres que estaban en las casas fronteras, todavía se ignoraba qué era aquello. Voces sólo, dispares:

—¡Sí, sí, sí!
—¡No, no, no!

¡Ay de los vecinos! Aquí no había nadie ya, sino el castigo. La Ley Terrible que no perdona ni a la vigésima generación, ni a la centésima, ni al género humano. Que no perdona. Que juró vengarse. Que juró no dar punto de reposo. Que juró cerrar todas las puertas, tapiar las ventanas, oscurecer el cielo y sobre su azul de lago superior, de agua aérea, colocar un manto púrpura e impenetrable. Dios está aquí de nuevo, para que tiemblen los pecadores. Dios está defendiendo su iglesia, su gran iglesia sin agua, su iglesia de piedra, su iglesia de siglos.

En medio de la masa blanca apareció, de pronto, el punto negro de un cuerpo desmadejado, triste, perseguido. Era el profesor. Estaba ciego de angustia, loco de terror, pálido y verde en medio de la masa. De todos lados se le golpeaba, sin el menor orden o sistema, conforme el odio, espontáneo, salía.

—¡Grita viva Cristo Rey…!

Los ojos del maestro se perdían en el aire a tiempo que repetía, exhausto, la consigna:
—¡Viva Cristo Rey!

Los hombres de la periferia ya estaban enterados también. Ahora se les veía el rostro negro, de animales duros.
—¡Les dio agua a los federales, el desgraciado!

¡Agua! Aquel líquido transparente de donde se formó el mundo. ¡Agua! Nada menos que la vida.
—¡Traidor! ¡Traidor!

Para quien lo ignore, la operación, pese a todo, es bien sencilla. Brutalmente sencilla. Con un machete se puede afilar muy bien, hasta dejarla puntiaguda, completamente puntiaguda. Debe escogerse un palo resistente, que no se quiebre con el peso de un hombre, de “un cristiano”, dice el pueblo. Luego se introduce y al hombre hay que tirarlo de las piernas, hacia abajo, con vigor, para que encaje bien.

De lejos el maestro parecía un espantapájaros sobre su estaca, agitándose como si lo moviera el viento, el viento, que ya corría, llevando la voz profunda, ciclópea, de Dios, que había pasado por la tierra.

jose-revueltas (DIOS EN LA TIERRA – PDF)

16 comments

  • jlangma (15 years)

    “El Hombre Muerto”

    Al leer este cuento, lo que me impresionó era el machete y el alambre de púa y la posición del hombre muerto. Primero, el machete y el alambre son cosas hechas de metal por hombres. Pensé que estas cosas podrían significar algo sobre el capitalismo y como lo hace el hombre un esclavo de la tierra hasta la muerte. En esta interpretación, el cuerpo del hombre está en posición de sumisión a la fuerza que lo mata (el machete y el capitalismo) o más fuerte, podría estar elogiando la fuerza con la mano izquierda sobre el pecho.

    Pero, después de hablar el domingo, veo que el machete es como una parte del hombre en contra de la naturaleza. Él usa el machete para destruir la naturaleza para su beneficio. La indiferencia de la naturaleza, como Menton mencionó, se ve en todas las actividades cotidianas (el chico que pasa a las 11:30, su esposa y hijo llamándole al almorzar, el caballo cercano y tranquilo) que pasan al mismo tiempo de la muerte del hombre y no cambian aun su situación. La posición del hombre todavía podría ser su sumisión a la naturaleza o su impotencia. Pero, lo que me confundía es que el hombre está “cómodo” (p.2) como si quisiera morir… ?qué significa?

  • wamanda (15 years)

    El Hombre Muerto
    Aunque el cuento esta sobre muerte, pienso que no tiene un tono muy serio o triste. Es posible que esté un poco cómico porque su muerte es un accidente a su trabajo. Me recordó las concesiones de Darwin.
    http://www.darwinawards.com/
    Para mí, las preguntas el hombre hace son relevante y muy común en relación a muerte y la forma de “limbo.”
    El parágrafo antes de al empieza del cuento dice que el autor tiene un obsesión con muerte y violencia y el cuento es un ejemplo perfecto.
    Me gusta la simplicidad del cuento y su estilo. Pense que era un fácil y rapido leído.

  • pptak (15 years)

    Despues de leer el cuento pense que es un poco raro pero esta bien. Pienso que el hombre murio, pero solo fue su cuerpo y esta su alma que esta mirando por la casa. El hombre esta en el suelo y esta mirando por la casa pero no puede moverse ni communicarse. No puede hablar tambien cual significa que este hombre no esta viviendo. Pienso este porque el autor Horacio Quiroga tiene un obsession con la muerte y muerte violento. Este cuento es muy intenso y es un tipo de obra que este autor normalmente escribiria. Esta llena de muerte y tiene un sentimiento muy triste.
    Una cosa que pienso es interesante es el hombre no tiene un nombre. Durante todo el cuento el hombre no habla y no hace mucho. Siempre esta en el suelo y el fin es muy triste. Pienso que el no tiene un nombre porque el autor quiere decir que todos van a morir y nadie puede evirtarlo. Y este hombre es solo una persona y significa que no es muy importante. Que hay muchisima gente en el mundo y una persona muerta no afecta nada. Tambien Cuando el autor esta hablando sobre la muerte el dice “Es la ley fatal, aceptada y prevista”. Esta significa que todos lo sabe y no podemos hacer nada. Aqui el autor quiere demonstrar la muerte y como afecta todo el mundo y los pensamientos que la gente tienen. Este cuento es muy interesante porque Habla de la muerte y como afecta todo el mundo.

  • cmiles (15 years)

    Cuando he leído este cuento, al principio, me parecía muy simple. El cuento parece simple porque pensamos que es un cuento de un hombre que tiene un accidente de trabajo, pero cuando lo analizas, es mucho más complejo. Tenemos que dar cuenta en lo que se ocurrió en este época. Durante los siglos veinte y treinta, el papel de la mujer se evolucionó a un papel con más importancia que lo del pasado. Pienso que este cuento tiene más que ver sobre el papel de la mujer que otros cuentos que hemos leído. También durante este tiempo, hay intelectuales como Freud y Carl Jung que tienen aspectos importantes para ver en el cuento.
    Por supuesto que el hombre tenía un accidente, pero el cuento aludirnos a que el machete es un objeto de dependencia del hombre. También, creo que el machete tiene un significado de poder que está representado como el hombre tiene superioridad a la naturaleza. Es decir, el hombre es contra la naturaleza. Al principio del cuento, no parece como hay una separación entre el brazo del hombre y el machete que tiene en su mano. Luego en el cuento, el machete está adentro del cuerpo del hombre y no es como una extensión de su brazo. Puedes decir que la naturaleza se rebelar contra el hombre o contra la máquina de fuerzas. Mientras que el hombre esta muriéndose, creo que estaba reviviendo a su vida.

  • elizabethnostrant (15 years)

    Me parece interesante que aunque este hombre muere su alma todavia es una parte de su cuerpo. Siempre he pensado que si el alma sigue viviendo entonces separaria del cuerpo hacia el cielo o posiblemente para quedarse en la tierra. Entiendo que el autor ha tenido muchas experiencias horribles y traumaticas relacionadas con la muerte en su vida. Con eso dicho quiero saber si esta situacion del hombre refleja lo que piensa el autor de alguien que ha muerto.

  • jjaimes (15 years)

    Yo también pienso que el machete es en una manera parte del hombre. Es interesante porque un machete podría matar a alguien, y esta hombre esta muerte pero habla del machete si es parte de el. En la introducción, dice que el autor “tiene una obsesión de la muerte violenta, que refleja las experiencias de su propia vida” y en este cuento habla mucho de la muerte. Y como Preston, yo también pienso que es interesante que el hombre no tenga nombre.

  • cmomine (15 years)

    Este cuento es muy diferente y situada en un tono más simple que los otros. Después de leer sobre el Criollismo estoy un poco más confusa de lo que el cuento esta diciendo. Entiendo que este movimiento se refiere a ciertas áreas y las costumbres que en el momento pero no estoy seguro si he entendido a la historia por completo. Estoy pensando en la naturaleza y si/como el hombre tiene poder sobre él y la relación entre los dos.

  • stettkt (15 years)

    El hombre muerto
    Me gustaría comentar en las ideas que menciona julia. Creo que ella tenía razón cuando explico la conexión posible entre el machete y el capitalismo o cualquier sistema de poder. Mis pensamientos, después de hablar el domingo, eran que, desde el machete es un parte del cuerpo del hombre, el hombre llega a convertirse en machina mientras quedando la forma, por lo menos, de ser humano. Hablamos el domingo de la idea de ‘ciborgia’ (ser ciborg, parte humano y parte maquina/robot). Notamos también que es la machete y luego el mismo que se mata. Entonces, saco el mensaje que un posible defecto fatal es nuestra dependencia en la tecnología. me hace pensar en las veces cuando escucho música por auriculares conectados a la computadora, o los estudiantes quienes llevan cordones con una memoria USB sobre los cuellos, o aun las muchas veces que todas las personas hablan por teléfono celular, tanto que tenemos bluetooth. Me pregunto si podemos sobrevivir sin estas cosas… ¿o es que no podemos sobrevivir si seguimos utilizarlas y, como sugiere el cuento, nuestras herramientas nos matarán?

  • albryan (15 years)

    Este cuento es muy simple como dicho por Chelsea y por eso me gusta mucho. Las partes que sobresalen a mi son las partes en cuales el hombre esta pensando en la naturaleza y su familia. Es un mensaje muy importante dentro del cuento porque esas cosas son cosas diarias que muchas personas dan por sentado y son las cosas en cuales el hombre piensa de mientras muere. Dicen que las cosas mas importantes son que una persona piensa en cuando muere. Ademas, esas cosas son cosas que no tendra nunca otra vez y se da cuenta de esto. Me gusta el mensaje de estas partes por el cuento porque es algo que mueve el lector quien esta vivo y puede ver la belleza en las cosas rutinas antes de es demasiado tarde como posiblemente con el hombre.

  • cmomine (15 years)

    No estoy muy seguro de lo que está pasando en el comienzo de la historia en la escena un poco loco. Pero la historia se parece girar en torno a la importancia del agua y sus relaciones con todos los seres vivos y puros. Estas personas de la ciudad no quiere dar agua a los federales, que parece que quiere decir que sean malos o tal vez de alguna manera la destrucción de la tierra. Es evidente que hay una situacion de una lucha de poder entre estos dos grupos de personas y por qué no quieren darles agua. El autor también habla de las rocas y la formación de muros y fronteras.

  • pptak (15 years)

    El cuento Dios en la tierra es muy interesante y creativo. Pienso que el autor quiere decir que dios significa temor y tiene la capacidad para castigar alguien que quiere. Pero en este cuento dios castiga los soldados en la forma de sed. Los soldados están caminando y no pueden encontrar agua a ningún pueblo. Dios no les permite para encontrar agua porque están en contra de dios y no pueden beber. Alguna parte de este cuento es cuando dice “Entonces la pequeña tropa aceleraba su caminar, locamente, en contra de dios. De dios que había tomado la forma de la sed”. Para mi esta significa que dios no está luchando directamente contra los soldados pero está luchando en una otra forma diferente. Dios no les permite los soldados para beber ni entrar las casas en los pueblos porque dios quiere los soldados para desarrollar un temor. Pienso que la sed significa más porque es un sentimiento de ser indefenso. El sed de los soldados controla sus vidas y sus emociones y es el estilo en como dios está castigando. Me encanta este cuento porque significa más que soldados llenos de sed. Significa el poder de dios y el temor que la gente tiene.

  • zperez (15 years)

    El Hombre Muerto:
    Cuando termine de leer este cuento pense que horrible se tenia que sentir el hombre. El hombre se callo encima de su machete…. Sabiendo que su vida iba terminar por que nadie se dio cuenta que estaba en peligro. El hombre esperaba pensando en tiempo por ejemplo “No han pasado dos segundos: el sol esta exactamente a la misma alutra; las sombras no han avanzado un milimetro..etc.”
    Tambien pense sobre el techo rojo porque para mi cuando vi peliculas y habia el color rojo presente, indicaba que alguien se iba morir. Sobre todo los cuentos este cuento era muy triste por que el hombre nunca se imaginaba que su machete lo iba causar su muerte.

  • elizabethnostrant (15 years)

    Mientras que leia este cuento estaba un poco confundida. Entiendo que hay alungos temas que son muy fuertes y posiblemente simbolicos tambien pero no podia conectar todo bien para hacerlo completo. Tengo la idea e imagen que Dios esta por todas partes (de la tierra) y nadie puede escapar ni evitarlo. Necesito prestar mas atencion en cuanto a los soldados y su relacion y papel en este cuento. Creo que estoy cerca a la importancia principal del cuento pero todavia no la he encontrado.

  • cmiles (15 years)

    Estoy de acuerdo con Beth porque imagino que en este cuento, Dios es por todos los partes. Adentro de este cuento, las personas están adentro de sus casas y ponen piedras atrás de sus puertas. Pienso que es simbólico que las personas están en sus casas, escapando de afuera. En el cuento dice “Dios está defendiendo su iglesia, su gran iglesia sin agua, su iglesia de piedra, su iglesia de siglos” para mí, esto es una parte fundamental por el cuento. Nos explica sobre las personas en sus casitas que están escondiendo y de que representa sus casas. Esto solo es una parte que pensé que era importante por el cuento. Hay una sección que habla del agua porque creo que hay una sequia y nadie lo tiene. El cuento dice “El agua es joven y antigua… Y del agua nace todo.” Pienso que esto significa algo importante, pero no puedo encontrar exactamente. Luego, nos cuenta sobre el profesor, o el intelectual. Los soldados lo mandan al profesor para buscar agua. Pero fijo, porque luego los soldados matan al profesor. No entendía esta parte porque como van a matar la única persona que es inteligente y podía ayudarlos. Me gustaba este cuento porque hay mucho odio de dios, y esta tema, no hemos hablado sobre.

  • swarren (15 years)

    Dios en la tierra es un cuento perturbador. La primera cosa que vino a mi mente fue un desierto. La segunda cosa que vino a mi mente fue la cólera de Dios. El cuento, creo, es sobre la cólera de Dios en los soldados. No se por que Dios es enojado, pero cuando leyó tengo un poco miedo. Ahora con los temas de sed, la cólera de Dios, y el desierto me recuerda de la guerra de Iraq. Hay una cita en el cuento que parece como la manera en que los terroristas podrían hacer a los soldados capturados. “Nos dejaríamos cortar una mano o un pie o los testículos”. Yo se que en la guerra mundial dos estos tipos de abominaciones ocurrían y también en el conflicto de Vietnam. Tal vez José Revueltas fue tratando expresar los horrores de guerra en su cuento. Pienso que el que es muy profundo y hay mucho más debajo de la superficie. José fue muy creativa cuando escribió esto cuento y lo me gusta mucho.

  • albryan (15 years)

    Pienso que el cuento Dios en la tierra es un cuento muy fuerte con unos mensajes importantes. Para mi, no es realmente mucho de un cuento. Nada mucho pasa y es muy aburrido pero me gusta mucho el estilo del autor. Hay muchas descripciones detalladas y creativas. Pero mas de todo, me gustan sus declaraciones sobre la religion y la hipocresia de los hombres. Personifica la naturaleza como si fuera Dios o una religion verdadera. Este cuento tambien me hace de agradecimiento porque hay muchas cosas que damos por sentado con frecuencia como el agua (como el cuento previo.)

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