COSMOPOLITISMO

EL COSMOPOLITISMO *

Si bien es cierto que el criollismo dominó la prosa hispanoamericana entre 1920 y 1945, no es menos cierto que la corriente cosmopolita nunca murió por completo, y que a partir de 1945 desplazó al criollismo en casi todos los países.

Para el criollista la literatura sirve para interpretar las condiciones políticas, económicas y sociales de su propio país. En cambio el autor cosmopolita se preocupa mucho más por la estética, la psicología y la filosofía, aun cuando trata temas criollistas, como en el caso de “La lluvia” de Arturo Uslar Pietri. Frente a la temática criollista, los cosmopolitas se interesan más en el individuo, en la vida urbana y en la fantasía. Los escritores viven en grandes centros metropolitanos, conocen muchas partes del mundo y están al tanto de todos los movimientos literarios.

La capital del cosmopolitismo hispanoamericano tiene que ser Buenos Aires y su máximo sacerdote Jorge Luis Borges, quien se formó en Europa durante la época vanguardista. Aunque muchos de los feligreses, que pertenecen a distintas generaciones y a distintos países, no siguen los rumbos laberínticos de Borges, todos le tienen un gran respeto por su intelectualismo y por su constancia artística.

Dentro de este movimiento muy general, se agrupan distintas “escuelas” más definidas: las que surgieron primero en la pintura: el surrealismo, el cubismo y el realismo mágico; y luego la “escuela” filosófica del existencialismo.

El surrealismo

Basado en los trabajos de Freud y otros psicólogos, el surrealismo proclama que la realidad tiene un carácter dualístico, exterior e interior, y trata de captar los dos a la vez. Así es que cierto episodio presenciado por un personaje evoca toda una serie de asociaciones y recuerdos. Si ese personaje está en actitud de soñar, los elementos evocados pueden confundirse unos con otros para lograr mayores efectos artísticos. El tema más frecuente de ese mundo subconsciente es la frustración sexual. Su periodo de auge data desde el fin de la segunda Guerra Mundial hasta el comienzo de la Guerra Fría, como atestiguan las novelas siguientes: El señor Presidente (1946) de Miguel Ángel Asturias; Al filo del agua (1947) de Agustín Yáñez; Manglar (1947) y Puerto Limón (1950) de Joaquín Gutiérrez; La ruta de su evasión (1949) de Yolanda Oreamuno. Los autores extranjeros que han ejercido mayor influencia son James Joyce y William Faulkner, quienes también introdujeron en la narrativa algunos procedimientos inspirados en el cubismo.

El cubismo

Todavía no se ha reconocido bastante la influencia del cubismo en la literatura. De él se desprende la técnica de presentar simultáneamente la realidad desde distintos ángulos o puntos de vista. Por lo tanto, el tiempo queda parado o hecho una eternidad. Las obras están planeadas con la exactitud matemática de un arquitecto o de un ajedrecista. La obra maestra del cubismo hispanoamericano es El señor Presidente (que también tiene rasgos surrealistas), inspirada en parte por la novela cubista de Valle Inclán, Tirano Banderas.

El realismo mágico

El realismo mágico consiste en la presentación objetiva, estática y precisa de la realidad cotidiana con algún elemento inesperado o improbable cuyo conjunto deja al lector desconcertado, aturdido, maravillado. Con esta definición queda clara la distinción entre el realismo mágico y tanto lo fantástico como el surrealismo que versan sobre elementos no improbables sino imposibles. Además, hay que distinguir muy claramente entre lo real maravilloso, término atemporal inventado en 1949 por Alejo Carpentier y el realismo mágico, término inventado en 1925 por el crítico de arte alemán Franz Roh (1890-1965) y divulgado entre 1926 y 1929 por el italiano Massimo Bontempeili (1878-1960) en su revista Novecento. Mientras lo real maravilloso se refiere al ambiente mágico de ciertas partes de la América Latina donde la cultura tiene fuertes raíces indígenas o africanas, el realismo mágico es una tendencia artística internacional, igual que el barroco, el romanticismo o el surrealismo.

Cuando Franz Roh escribió su libro en 1925, él codificaba lo que transcurría en el mundo artístico de Europa y de los Estados Unidos a partir de 1918, o sea la reacción en contra del expresionismo. Si el ascenso al poder de Hitler en 1933 acabó con el realismo mágico en Alemania, la crisis económica de 1929 a 1939 y la segunda Guerra Mundial limitaron por todo el mundo las posibilidades del realismo mágico lo mismo que del surrealismo y de casi toda la vanguardia a favor de un arte más realista de protesta social. Hacia fines de la guerra, el realismo mágico resucita con la exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York titulada Realistas y mágicorrealistas estadounidenses (1943), con los cuentos más famosos de Borges, con el tomo de cuentos de Truman Capote Un árbol de noche y otros cuentos (1945), con el cuadro El mundo de Cristina (1948) de Andrew Wyeth y con la poesía mágicorrealista de Gunter Eich y otros jóvenes alemanes de la posguerra. De ahí siguió hasta su verdadero florecimiento en la década del 60 con la obra ejemplar: Cien años de soledad.

El existencialismo

A diferencia de los movimientos anteriores, el existencialismo se deriva principalmente de la filosofía. El escritor existencialista presenta la situación angustiosa del hombre moderno que se siente totalmente solo e inútil frente a un mundo mecanizado a punto de destruirse. Los valores tradicionales, el amor y la fe en cualquier cosa, ya no existen. El hombre no hace más que existir. Nada tiene importancia. Las colillas y las luces de neón hacen las veces del cisne modernista. El argumento muchas veces no tiene un desenlace dramático. La obra consta de una escena de la vida urbana, casi siempre en una cantina de categoría regular, en la cual un diálogo inconsciente saca a luz la muralla infranqueable que existe entre los individuos.

Eduardo Mallea introdujo el existencialismo en Hispanoamérica en la década de 1930-1940, veinte años antes que esa modalidad llegara a generalizarse bajo la amenaza de una guerra atómica y la influencia literaria de Jean Paul Sartre. Sin embargo, fue el uruguayo Juan Carlos Onetti quien combinó la angustia de los seres solitarios con argumentos más originales y con personajes más individualizados para encabezar lo que se convirtió en la tendencia predominante de la década de los cincuenta.

Los cuentos que siguen llevan la marca inconfundible de uno o de varios de estos movimientos y abarcan dos generaciones de escritores: los nacidos entre 1899 y 1910: Jorge Luis Borges (1899), Eduardo Mallea (1903), Rogelio Sinán (1904), Arturo Uslar Pietri (1905), Lino Novás Calvo (1905), Juan Carlos Onetti (1909) y María Luisa Bombal (1910); y los nacidos entre 1917 y 1921: Augusto Roa Bastos (1917), Juan Rulfo (1918-1986), Juan José Arreola (1918) y Ramón Ferreira (1921).


* Véase la nota en la p. 8 de] Prólogo.

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